COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO QUINTO: 8

Padre Arnaldo Bazán

 

 “Ustedes son la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres" (5,13).

A Jesús le gustaba usar de comparaciones que todo el mundo pudiera entender, tomadas de la vida cotidiana.

La sal ha sido usada desde muy antiguo para cocinar. Sabemos que da un sabor especial a la comida. Por otro lado tiene una peculiaridad excelente, y es que preserva de la corrupción.

En tiempos en que no existía ningún medio para conservar los alimentos, el uso de la sal era mucho más importante que ahora, en que contamos con refrigeradores y otros artefactos para almacenar los distintos productos sin problemas de que éstos se echen a perder.

Al afirmar Jesús que sus discípulos son la sal de la tierra está pensando, ciertamente, en las dos propiedades del elemento: preservar y dar sabor.

Nosotros debemos que ser un importante instrumento de mejoramiento espiritual en el mundo, por medio de nuestro ejemplo. Cristianismo y corrupción son dos términos incompatibles. Ambos se repelen.

No hablo, desde luego, de condición pecadora, que es algo diferente. Uno a veces comete pecados por esa debilidad congénita, esas limitaciones propias del ser humano. La corrupción es otra cosa, pues se trata de una degradación que lleva al ser humano a actuar más como bestia que como hombre, permitiendo que el mal profundice, hasta el punto de dedicar la vida a la búsqueda de la salvación en el disfrute de las cosas del mundo, dando así completamente la espalda a Dios y a todo lo espiritual.

El cristiano tiene que influir poderosamente con su manera de pensar y de vivir en lo que ocurre a su alrededor.

Si aplica las enseñanzas de Jesús en su vida será sal purificadora que no solo evitará la corrupción propia sino que ayudará a que otros se liberen de ella.

Si la sal da sabor a los alimentos, el cristiano está llamado a dar buen sabor de Cristo a todas las actividades, sean éstas de trabajo, culturales o de pura diversión.

Ser sal es una misión importante que Jesús nos encomienda. Hagamos del Evangelio nuestra forma de vida y estaremos dando sabor y preservando este mundo en que vivimos.

Arnaldo Bazán