COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO QUINTO: 10

Padre Arnaldo Bazán

 

“Brille de tal modo su luz delante de los hombres que, al ver sus buenas obras, den gloria a su Padre que está en los cielos” (5,16).

Jesús nos quiere luz del mundo. Esto no significa, desde luego, que andemos por ahí alumbrando con una lámpara, sino que seamos en verdad lámparas vivas.

El nos da la forma de alumbrar invitándonos a hacer obras buenas, que son las que pueden convencer a otros a aceptar lo que le decimos acerca de Dios, ya que la gente acepta más fácilmente un testimonio de vida que una perorata.

Muchos han rechazado el anuncio del Evangelio porque no han visto que el mismo haya sido acompañado de vivencia personal. Y aunque es bien cierto que algunos nos acusan de cualquier cosa para tener excusas de hacer lo que quieran, no es menos cierto que no siempre los cristianos hemos dado un testimonio fehaciente del mensaje que llevamos.

Pensemos en tantos lugares donde el Cristianismo llegó junto con la espada de los conquistadores. Aunque los misioneros predicaban la Buena Noticia, y ellos mismos, las más de las veces, vivían de acuerdo a lo que enseñaban, los que oprimían en nombre de los países de donde provenían, eran o se llamaban tambien cristianos, lo que hacía más difícil a los nativos aceptar el mensaje.

Por eso en muchos lugares ha habido una gran resistencia a la predicación del Evangelio. No sin cierta razón decía el Mahatma Gandhi: ¡Yo creo en Cristo pero no en los cristianos!

¡Qué bien entendió Francisco de Asís que la mejor predicación era el ejemplo! Así invitó al hermano León a caminar por las calles de la ciudad con una indumentaria que hablaba por sí sola de su entrega al sacrificio y la pobreza. Estaban predicando sin palabras.

Dedicamos, quizás, mucho tiempo a preparar discursos magníficos sobre Dios y sobre las enseñanzas de Jesús, pero ¿cuánto a dar testimonio de amor y de entrega a la causa de la salvación, temporal y eterna, de nuestros hermanos?

Seremos luz si nuestra fe se traduce en vida de cada día. Por eso Santiago recordaba que “la fe sin obras es cosa muerta” (2,17).

Y agregaba: “Yo por las obras te haré ver mi fe”(2,18).

Arnaldo Bazán