COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO
QUINTO: 11
Padre Arnaldo
Bazán
“No
piensen que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir,
sino a dar cumplimiento. Sí, se lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes
que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que
traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres,
será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y
los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos” (5,17-19).
En sus enfrentamientos con los
fariseos, sobre todo, Jesús critica muchas de las cosas que se habían agregado
a la Ley de Dios.
No se trataba propiamente de la
Ley, que estaba contenida en los cinco primeros libros del Antiguo Testamento,
que llamaban Thorá, sino en las interpretaciones al
margen que hacían los fariseos y otros.
Si Jesús condena estas
exageraciones que hacían realmente difícil a la mayoría el cumplimiento de la
Ley, no por eso quiere destruir o abolir la Ley como tal, sino todo lo
contrario.
Ya sabemos que uno de los problemas
que existen en muchos lugares es que tienen leyes, pero la gente no las cumple
porque no hay modo de hacerlas cumplir. Falta autoridad para ello.
Pero el cumplimiento de la Ley de
Dios no requiere de una policía organizada para su cumplimiento. O se cumple o
no se cumple. De eso va a depender que obtengamos o no la salvación.
Esto significa que queda a la
conciencia de cada cual y a su propia decisión el cumplir o no la Ley divina.
Cada persona tiene la obligación de
seguir su conciencia, que es la que, en último término, nos dice lo que está
bien o mal.
Esta conciencia puede estar mal
formada, sea inocente o culpablemente. Cuando un individuo no ha tenido la
oportunidad de conocer a Dios y sus mandamientos, sea porque nació en un hogar
sin religión, o porque vive en un lugar donde se practica una religión pagana o
diferente de la cristiana, tendrá que seguir lo que se llama la ley natural,
que es aquella que el mismo Dios ha puesto en nuestros corazones, y es conocida
por la razón, sin que intervenga ninguna ayuda sobrenatural.
Pero cuando una persona, habiendo
tenido todas las oportunidades para conocer al verdadero Dios y a Jesucristo,
desdeña sus enseñanzas y hace caso omiso de sus preceptos, es culpable de la
deformación de su conciencia y tendrá que dar cuentas de ello.
Sólo Dios será nuestro Juez, ya que
El es el único que puede conocer hasta lo más
profundo de nuestra conciencia. El es el único que
puede descubrir hasta que punto somos culpables de
pecado.