Hacer memoria de dramas del
pasado
P. Fernando Pascual
22-11-2020
A través de libros, revistas,
programas televisivos, páginas de Internet, congresos, celebraciones a diversos
niveles, la humanidad recuerda dramas del pasado.
Genocidios, guerras, masacres,
esclavitud, hambres provocadas: toda una serie de tragedias en las que
sufrieron y murieron millones de víctimas.
Hacer memoria de esos dramas
es una tarea difícil. Primero, porque no siempre resulta fácil alcanzar una
adecuada comprensión de los hechos y de las responsabilidades. Segundo, porque
hay dramas todavía poco conocidos, si es que no son sistemáticamente ocultados
o manipulados.
Por eso, todavía encontramos
hoy enumeraciones de esos dramas donde sorprende que se dé un relieve (merecido,
ciertamente) a algunos de ellos, mientras se guarda un extraño silencio sobre
otros, algunos de ellos más desastrosos que dramas recordados con frecuencia.
A pesar de las dificultades, a
pesar incluso de gobiernos que sistemáticamente acallan algunos de esos dramas
o protestan enérgicamente cuando son recordados, hace falta emprender estudios
serios, desde la verdad y la justicia, para recordar a tantas víctimas
inocentes.
El recuerdo, desde luego,
nunca será suficiente para curar los daños provocados. Ni siquiera los estudios
mejor orientados y más serios son capaces de promover un justo reconocimiento
de la dignidad de quienes murieron bajo bombas arrojadas sobre civiles, o en
campos de concentración de banderas opuestas, o en hambrunas provocadas con excusas
absurdas.
Pero al menos una memoria de
esos dramas nos permite abrir los ojos a las terribles potencialidades de mal
presentes en cada corazón humano, y a la urgente tarea para evitar que
tragedias parecidas puedan volver a repetirse.
Luego, desde esa memoria, el
corazón podrá elevar a Dios una oración sencilla, confiada, por el eterno
descanso de las víctimas, las conocidas y las desconocidas (seguramente mucho
más numerosas las segundas que las primeras), y por la conversión de los
verdugos.
A Dios, que es plenamente
Justo, encomendamos a quienes padecieron en el pasado, y padecen en el
presente, por tantos dramas ocasionados por el ser humano. Estamos seguros de
que en el corazón del Padre de las misericordias todos podremos encontrar
consuelo, paz, y una salvación que va mucho más lejos que los libros de
historia, los aniversarios o los pobres y frágiles recuerdos humanos...