COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO
QUINTO: 19
Padre
Arnaldo Bazán
“Han oído que se dijo: Ojo por ojo
y diente por diente. Pues yo les digo: no resistan al mal; antes bien, al que
te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra” (5,38-39).
Jesús hace referencia aquí a la ley
del Talión, como se le conocía en la legislación romana. Pero también existía
en la judía. Así leemos en Exodo 21, 24-25:
"Pero si resultare daño, darás vida por vida, ojo por ojo, diente por
diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida,
cardenal por cardenal."
La ley iba más allá, pues agregaba
que "si un hombre hiere a su siervo o a su sierva en el ojo y le deja
tuerto, le dará libertad en compensación del ojo. Si uno salta un diente a su
siervo o a su sierva, le pondrá en libertad en compensación del diente"
(21,26-27).
Era una forma de hacer justicia,
que fue considerada un avance sobre la salvaje reacción de tomarse la justicia
por su mano y hacer más daño del que se había recibido.
Con todo, Jesús nos dice que
debemos ir todavía más allá, y preferir ser agredidos a ser nosotros los
agresores.
Sus palabras, tal y como aparecen
en la Escritura, podrían llevarnos a confusión si las interpretamos al pie de
la letra. Así llegaríamos a la conclusión de que no podemos defendernos contra
aquellos que procuran hacernos daño.
Jesús nos da el ejemplo de que
tenemos el derecho de defendernos cuando se nos ofende o agrede.
Dice un perito en la materia: “Hay
que distinguir la hipérbole gráfica y oriental de su formulación y el espíritu
e intento verdadero de su enseñanza. Y para esto mismo vale la enseñanza
práctica de Jesucristo. Así, cuando el sanedrín lo procesa y cuando un soldado
le da una bofetada, no le presenta la “otra mejilla”, sino que le dice: “Si he
hablado mal, muéstrame en qué, y si bien, ¿por qué me abofeteas?” (Juan
18,22-23). Y cuando Pablo está ante el Sanedrín de Jerusalén, y el pontífice
“mandó a los que estaban junto a él que le hiriesen en la boca”, Pablo no
presentó la “otra mejilla”, sino que le dijo al pontífice: “Dios te herirá a
ti, pared blanqueada” (Hechos 23,2-3) (Manuel de Tuya, O.P. Biblia Comentada,
II, página 122).
Jesús no nos pide imposibles, pero
sí exige que no seamos jamás los que hagamos daño a otros. Si tenemos que
defendernos, no dudemos en hacerlo, sea de palabra o de obra, pues la Palabra
de Dios no debe dar excusa a los malvados para hacernos daño.
Padre Arnaldo Bazan