Violencias que no tiene nada
de social
P. Fernando Pascual
27-11-2020
Una revuelta provoca acciones
violentas: ataques a policías, a personas particulares, a tiendas, a templos, a
coches.
Algunos periodistas y muchas
personas concretas señalan, como raíz de esas acciones, problemas sociales más
o menos graves.
Dicen, por ejemplo, que la
violencia surge por culpa de la crisis económica, o por la corrupción de muchos
políticos, o por tensiones entre inmigrantes y autóctonos, o por otras causas.
Pero a veces no se explica que
muchas de esas acciones violentas no tienen ninguna auténtica causa social,
sino que se originan desde grupos organizados que aprovechan ciertos malestares
comunitarios para fines concretos.
Ni tampoco se señala que no
pocas de esas acciones violentas surgen desde particulares que aprovechan la
famosa frase “a río revuelto, ganancia de pescadores”, para dañar a enemigos,
para cometer robos injustos, o simplemente como una especie de desfogo de sus
pasiones más bajas.
Por eso, ante ciertas
explosiones de violencia que llenan los titulares de la prensa, que generan
reacciones en las redes sociales, y que luego empiezan a ser analizadas en
artículos y libros más o menos serios, hay que tener la suficiente perspicacia
para reconocer y denunciar acciones de particulares deshonestos y de grupos
ambiciosos y subversivos.
El mundo moderno, que presume
de tener un alto nivel cultural y un amplio acceso a la información, permite
con frecuencia engaños y tergiversaciones a la hora de presentar ciertos
hechos, porque deja a un lado acciones violentas llevadas a cabo por individuos
y grupos, en contextos de tensión social, que buscan solo sus propios intereses
mezquinos, injustos, y a veces completamente contrarios al bien común.
Existen problemas sociales de
gravedad, hoy como en el pasado, que no provocan reacciones violentas
arbitrarias y absurdas, lo cual muestra que la conexión, que algunos creen
inevitable, entre injusticia y violencia, es falsa.
También existen problemas
sociales de entidad media, incluso de poca gravedad, que hoy, como ayer, son
aprovechados por personas y grupos para cometer violencias, incluso asesinatos,
que van contra los intereses de la sociedad, y que dañan injustamente a miles
de inocentes.
Frente a cualquier forma de
violencia que no tenga nada de social, que surja desde el egoísmo y el capricho
de individuos sin escrúpulos o de grupos ambiciosos y criminales, hay que
responder con una clara defensa del derecho de todos, especialmente de los más
indefensos y vulnerables.
Esa defensa tiene que moverse
en todos los ámbitos: informativo, policial, jurídico, político. Incluso los
particulares, a veces auténticos héroes de la calle, pueden hacer mucho para
que ninguna violencia absurda quede impune bajo el pretexto engañoso de que se
defendía la justicia cuando se iba explícitamente contra ella.