Voz del Papa
Sacar al “ángel cautivo”
José Martínez Colín
1) Para saber
Un
día, el papa Julio II miraba a Miguel Ángel, uno de los más grandes escultores
de todos los tiempos, atormentándose por tallar rápidamente un bloque del
mármol. Él le preguntó:
—Pero, ¿por qué
esculpe tan fuertemente?
Miguel
Ángel le contestó:
—¿Acaso no ve
que hay un ángel cautivo en ese trozo de mármol? Lo que hago es apurarme para
tratar de liberarlo.
La
persona humana es como ese “ángel cautivo” que falta liberarlo para que alcance
su plenitud: la educación se dedica a lograr sacar lo mejor de cada uno, que cada
una de las potencias humanas se vaya perfeccionando. Y así como los músculos
del cuerpo pueden ir adquiriendo fuerza a base de ejercicios, también el alma
tiene sus “músculos”, sus facultades, que han de irse perfeccionando y los
ejercicios que lo consiguen son los actos virtuosos, sean, por ejemplo, de
fortaleza, de templanza o justicia. Cuando se han ejercitado suficientemente,
se puede decir que la persona es virtuosa. Teniendo en cuenta, afirma el Papa
Francisco, en su carta “Fratelli tutti”, que cada virtud debe tener una
apertura a la unión con otras personas. Es decir, han de tener presente la
caridad, pues de otro modo, sólo serían virtudes aparentes, y no serán capaces
de construir la vida en común. Por ello decía santo Tomás de Aquino que la
templanza de una persona avara ni siquiera es virtuosa (cfr. n.91).
2) Para pensar
Nuestros
actos nos van modelando, nos forman, haciendo que seamos de determinada forma,
sea para bien o para mal. Así es como se adquieren las virtudes o los vicios.
Decía una persona que si la ataban con un hilo de seda, se reía, pues fácilmente
los rompía. Si eran tres, otro tanto. Pero si le ataban con mil hilitos de
seda, ya no los podría romper.
De
semejante manera sucede con los malos hábitos, que son cuerdas que nos
esclavizan. Esas cuerdas están formadas por los hilitos de seda de los actos
pecaminosos que parecen pequeños y sin importancia al comienzo. Desarraigar la
costumbre, dejada por un mal acto, es fácil. No tanto después del segundo acto.
Pero mucho más difícil después del vigésimo y hasta heroico después del
milésimo. Esta es la razón por la que el pecado es malo, por el daño que nos
produce y no tanto por ser declarado como tal. El pecado no es malo porque se
ha dicho que es malo, sino que es pecado porque es dañino para la persona y por
eso se declaró malo.
San
Buenaventura, con otras palabras, explicaba que las otras virtudes, sin la
caridad, estrictamente no cumplen los mandamientos «como Dios los entiende». En
cambio, si nuestros actos van acompañados de la caridad, nos vamos formando
hacia el bien.
3) Para vivir
La
altura espiritual de una vida humana, señala el Papa, está marcada por el amor,
que es el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o
negativa de una vida humana. Sin embargo, hay creyentes que piensan que su
grandeza está en la imposición de sus ideologías al resto, o en la defensa
violenta de la verdad, o en grandes demostraciones de fortaleza. Todos los
creyentes necesitamos reconocer esto: lo que nunca debe estar en riesgo es el
amor, el mayor peligro es no amar y por ello lo primero siempre es y será el
amor.
José Martínez Colín es sacerdote, Ingeniero (UNAM) y Doctor en Filosofía (Universidad
de Navarra).
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