COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO SEXTO: 11

Padre Arnaldo Bazán

“No anden ustedes preocupados pensando qué van a comer o beber para sustentarse, o con qué vestido van a cubrir su cuerpo. Miren las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y su Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas?" (Mateo 6,25-26).

Una cosa es ocuparse y otra preocuparse. Todos tenemos la obligación de ocuparnos de nuestro medio de vivir, pues es ley divina que cada uno gane su sustento de alguna manera.

Pero con preocuparnos no conseguimos sino perder la paz interior y alterar nuestros nervios. Nadie ha resuelto nada con dejar que las preocupaciones hagan presa de sí. Muchas personas viven con varios días, semanas y hasta meses de adelanto. Están preocupadas por lo que va a ocurrir en el futuro, por lo que no dedican suficiente afán al presente.

Estas personas, ordinariamente, son incapaces de disfrutar de las cosas buenas de la vida, ya que son víctimas del negativismo que acompaña las preocupaciones excesivas. ¿Cómo disfrutar de una excursión, o una fiesta, si la mente divaga pensando en cómo resolver tal o cual problema?

No son pocos los que no pueden dejar a un lado los problemas del trabajo, del negocio o de otra índole, por lo que, a dondequiera que van, los llevan a cuestas como un pesado fardo que les impide disfrutar hasta de lo más simple.

Muchos ponen como excusa para no ir a la Iglesia, rezar o acercarse a Dios, los muchos problemas que tienen que resolver, cuando en eso estaría parte de la solución, pues el que confía en el Señor resuelve sus problemas más fácilmente.

Las preocupaciones acumulan polvo sobre las situaciones reales, impidiendo al que las padece ver más claro las soluciones. A estos se podría aplicar aquello de que “se ahogan en un vaso de agua”.

Si seguimos el consejo del Señor viviremos más felices, pues sabríamos que no hay que adelantarse a los acontecimientos, y que lo que hoy vemos color rojo puede que mañana lo veamos azul o blanco.

Descarguemos nuestras preocupaciones ante el Señor y veremos como las cosas se irán resolviendo. Pero, mientras tanto, pongamos todo nuestro empeño en hacer lo que tenemos que hacer, pues no se trata de pasar nuestras obligaciones a Dios, sino evitar que las preocupaciones nos impidan ver el camino.

Arnaldo Bazán