LAS DOS "BIBLIAS"
Padre Arnaldo Bazan
Si uno toma una Biblia
“católica” y la compara con otra "protestante” podrá ver algunas
diferencias.
En realidad no existe tal
cosa como biblias católicas o protestantes, pues solo existe una Biblia.
El problema es el número
de “libros” o escritos que pueda contener la una o la otra y también la
traducción que se haya hecho.
La primera diferencia
solo se nota en el Antiguo Testamento, ya que en el Nuevo son iguales los
veintisiete libros que lo componen.
Claro que cada traductor
hace su trabajo de acuerdo a su propio estilo y aún a los intereses de su
grupo, como ha ocurrido con la que sustentan los Testigos de Jehová, la que
aparece bastante manipulada.
En cualquier traducción
se pueden encontrar diferencias si la comparamos con otras versiones, aunque
nunca serán sustanciales si se han hecho guardando fidelidad a los originales.
EL
CANON HEBREO O CANON DE JERUSALÉN
Los judíos fueron los
destinatarios del Antiguo Testamento. Las Escrituras que lo componen están
divididas en tres partes: La Torah o Ley, los
Profetas y los Escritos.
Cada sábado, en la
reunión de la sinagoga, se leían lecturas de la Ley y de los Profetas.
Las Escrituras se
conservaban en hebreo, lengua que ya apenas se hablaba en tiempos de Jesús.
Aunque en las sinagogas
se leía el texto original, por lo común era necesaria la presencia de un
traductor, para que los asistentes pudieran entender lo leído.
El orden de los libros,
tal como se conservaba en Jerusalén, es lo que llamaríamos el “primer canon”, y
a estos libros les damos el título de canónicos, o del primer canon o regla.
Los libros originales de
este canon eran 24, aunque luego fueron subdivididos por los cristianos, que
contaban como dos el libro de Samuel, como dos el de los Reyes, etc.
En total, el canon hebreo
del Antiguo Testamento, luego de estas subdivisiones, consta de 39 libros, tal
y como aparecen en las “biblias protestantes”.
LA
VERSIÓN DE LOS SETENTA
¿De dónde se sacaron los
católicos los otros libros que aparecen en sus versiones de la Biblia?
Pues de una traducción
que se hizo, entre los siglos III y II a.C., por un grupo de sabios judíos.
De acuerdo a una leyenda,
el faraón Tolomeo II Filadelfo, de Egipto, pidió al gran sacerdote de
Jerusalén, Eleazar, que enviara un grupo de entendidos para que tradujesen los
libros sagrados al griego, que era, por decirlo así, la lengua universal de
aquellos tiempos.
Estos entendidos fueron
en total 72, 6 por cada una de las doce tribus, y se reunieron en la ciudad
egipcia de Alejandría por espacio de varios años, haciendo cada uno su trabajo
separadamente. Esto expli-caría que exista una gran diversi-dad de estilos en las traducciones.
Lo verdaderamente cierto
es que la versión existe, y se la llamó “Septuaginta”,
o de los Setenta, y fue ampliamente usada por los cristianos desde los primeros
tiempos.
Es allí donde aparecen
varios libros que no estaban en el canon original hebreo, aunque se supone que
fueron escritos también en esta lengua y usados en algunas comunidades judías
fuera de Palestina.
USO
DE LA IGLESIA
Es indiscutible que la
Iglesia usó ampliamente los libros del Antiguo Testamento de acuerdo a como
aparecían en la versión de los Setenta, dándoles el carácter de “inspirados”
también a aquellos que no aparecían en el canon original.
Posteriormente la Iglesia
tuvo que decidir acerca de los libros que debían ser considerados como “Palabra
de Dios”, y aunque rechazó varios escritos de los primeros siglos como
apócrifos, reafirmó su creencia en que los del Antiguo Testamento contenidos en
la traducción griega eran legítimos.
Fue sólo en tiempos de
Lutero que los libros no contenidos en el canon hebreo de Jerusalén tuvieron
que ser nuevamente defendidos, ya que el célebre “reformador”, en su traducción
de la Biblia al alemán, los dejó excluidos, quizás con el fin de tener otro
motivo para diferenciarse de los católicos, pues no había ninguna razón
teológica seria que pudiera aportar.
Así fue como los
protestantes, casi desde sus comienzos, siguieron la decisión de Lutero, y ésta
es la razón por la que, en sus Biblias, excluyan los libros que sólo aparecen
en la versión de los Setenta, llamándoles “apocrifos”,
que es un término realmente peyorativo, pues se le usa para significar que son
“falsos”.
Para esclarecer este
punto parece que a un monje llamado Sixto de Siena se le ocurrió, en 1566,
llamarlos “deutero-canónicos”, o del “segundo canon”,
lo que fue aceptado oficialmente por la Iglesia.
EL
CONCILIO DE TRENTO
Después de la catástrofe
que supuso para la Iglesia la escisión producida por la aparición del protestantismo,
con Lutero a la cabeza, hubo que hacer una total revisión de las doctrinas
puestas en duda por los que habían abandonado la fe católica.
Esto se realizó en el
llamado Concilio de Trento, en el que, entre otras cosas, se redefinió el
número de los libros que hay que tener como inspirados y, por lo tanto,
pertenecientes a la Sagrada Escritura.
Allí, después de estudiar
lo que la Iglesia había aceptado y creído desde los tiempos apostólicos, se
decidió a afirmar el reconocimiento de que siempre habían gozado los libros “deutero-canónicos”, por lo que debemos tenerlos como verda-deramente inspirados y parte integrante de la Biblia.
Arnaldo Bazán