Una carta desde el corazón
P. Fernando Pascual
12-12-2020
El padre abad puso sus manos
en el teclado y empezó a escribir a un amigo con el que podía abrir su corazón
con plena confianza.
“Te mando un saludo en estos
días difíciles y ante tantas noticias que giran con rapidez y generan tanta
confusión.
No te puedo explicar de modo
completo lo que siento. Quizá si el tiempo permite encontrarnos, lo intentaría
de palabra.
Ahora solo te comento que
intento rezar ante las pruebas que afectan a millones de seres humanos, a la
Iglesia, a nuestra diócesis.
Sé que la oración ha sido y es
una necesidad de todo aquel que se siente hijo de Dios y que busca
misericordia.
También intento rezar lo mejor
que puedo por los gobernantes. Necesitan mucha luz para trabajar por el bien de
todos, y para evitar decisiones que provoquen más daños que beneficios, como
tristemente ha ocurrido en tantos momentos de la historia.
En concreto, estos días me
causa tristeza y perplejidad ver que, con la excusa de evitar enfermedades, se
dejan abiertos mercados y otros lugares públicos, al mismo tiempo que se
cierran las iglesias...
También me produce un hondo
dolor escuchar ideas, incluso entre quienes deberían ser maestros de la fe y
apoyo para sus hermanos, que van contra la sana doctrina, que confunden a los
pequeños, que nos apartan de la Tradición recibida de Cristo y de sus
apóstoles.
No quiero que pienses que
estoy desanimado, aunque hay ocasiones en que me viene a la mente esas
dramáticas palabras de Jesús: “Pero, cuando el Hijo del hombre venga,
¿encontrará la fe sobre la tierra?” (Lc 18,8).
Otro texto que resuena en mi
corazón se encuentra en la segunda carta de san Pedro: “habrá entre vosotros
falsos maestros que introducirán herejías perniciosas y que, negando al Dueño
que los adquirió, atraerán sobre sí una rápida destrucción. Muchos seguirán su
libertinaje y, por causa de ellos, el Camino de la verdad será difamado” (2P
2,1‑2).
Parece que se hace realidad lo
expuesto por san Juan Evangelista sobre la venida del Anticristo en quienes
niegan a Jesús como el Cristo (cf. 1Jn 2,18-23, y lo que dice sobre el
tema el “Catecismo de la Iglesia Católica”, nn.
675-677).
Incluso vemos que hoy, como en
tantos otros momentos de la historia, hay quienes creen dar culto a Dios al
perseguir y asesinar a los hijos de la Iglesia, como ya había anunciado el
Maestro (cf. Jn 16,2).
Son momentos duros. Quizá en
el pasado ha habido situaciones parecidas, incluso peores. Pero la que ahora
vivimos provoca daños enormes y deja heridas en las personas y las sociedades,
sobre todo cuando en algunos lugares el poder del gobierno y de los que
gestionan buena parte de los medios de comunicación trabajan claramente por
marginar, acallar, incluso perseguir a los verdaderos discípulos de Jesús.
Cristo, lo sabemos, ha
vencido. La muerte no tenía ningún poder sobre Él. El Padre lo resucitó: por
eso ahora está vivo, nos acompaña y consuela.
Te dejo esta carta escrita
desde el corazón. Considero un regalo de Dios poder encontrar almas como la
tuya, pues buscamos tener un mismo pensar y un mismo sentir, como enseña san
Pablo (cf. 2Cor 13,11; Flp 2,2).
Pidamos unos por otros. Te
deseo las bendiciones del Padre y el consuelo del Espíritu Santo. Que Cristo
nos dé fuerzas para tomar decisiones valientes, incluso si llegase la hora de
dar testimonio, con la propia vida, de nuestra común fe y de la caridad que ha
sido sembrada en nuestros corazones.
Tuyo en el Señor...”