COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO
SÉPTIMO: 12
Padre
Arnaldo Bazán
"Así
pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como
el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los
torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella
no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras
mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su
casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos,
irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina" (7,24-27).
Todo el mundo sabe que los
cimientos son esenciales para la construcción de una casa.
Mientras más alto sea el edificio,
más profundos deberán ser los mismos.
¿A quién se le ocurre edificar una
casa sobre arena? Sólo un ignorante lo haría. Cuando el terreno no es apto para
la edificación, hay que empezar por prepararlo de modo que se pueda construir
sobre él, o de lo contrario habría que desecharlo.
Jesús, desde luego, no nos está
hablando de casas y edificios. El no es maestro
constructor ni ingeniero o arquitecto. El es nuestro
Maestro en lo concerniente a nuestra relación con Dios y nuestra salvación
eterna.
Si usa de comparaciones
es para que lo entendamos mejor.
Lo que nos quiere decir, pues, es
que nuestra vida tiene que estar bien cimentada, o de lo contrario la perdemos
para siempre.
Y no hay mejor cimiento que la
propia Palabra de Dios, que es la que nos indica cómo debemos preparar el
edificio de nuestra vida, no sólo para que la podamos disfrutar al máximo en la
tierra, sino que dure por toda la eternidad.
Cuando escuchamos la Palabra de
Dios y nos dejamos guiar por ella, con el auxilio del Espíritu Santo, estamos
construyendo sobre la roca firme que nos ofrece la seguridad contra toda clase
de circunstancias, por muy malas que éstas sean.
Todos nosotros estamos rodeados de
tentaciones que, de una manera u otra, provienen del Maligno. Este tiene muchos
cómplices que lo ayudan a apartarnos del buen camino. Si no ponemos nuestra
vida en las manos del Señor, los muchos vendavales, que se nos presentan
durante nuestra estancia en la tierra, fácilmente acabarán por destruir nuestra
relación con Dios, y quedaremos a merced del Maligno.
Cuando el Señor está a nuestro lado
nada tenemos que temer. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la
tierra (Salmo 121,2).
En varias ocasiones les dijo Jesús
a sus apóstoles: “No teman” (Mateo 14,27; Marcos 6,50; Lucas 12,4;12,7; Juan 6,20). El les dijo
también: “En el mundo tendrán tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo (Juan,16,33).