Neuronas y decisiones
P. Fernando Pascual
19-12-2020
Hay autores que defienden que
el comportamiento humano está determinado por elementos materiales, como los
átomos, o las neuronas, o ciertas leyes biológicas inmodificables.
Algunos estudios sobre la actividad
de la complicada red de neuronas y sinapsis del cerebro insinúan (o afirman con
cierta convicción) que todos los actos humanos considerados libres no son más
que el resultado de las interacciones neuronales.
Así, encontramos a quienes
dicen que un acto que consideramos libre, como juntar dos dedos, en el fondo
responde a un flujo electroquímico entre neuronas del cerebro que se habrían
activado con anterioridad, quizá incluso con décimas (o centésimas) de segundo
antes de ese gesto tan sencillo.
En este tipo de estudios, la
libertad humana quedaría reducida a un fenómeno emergente del cerebro, a algo
explicable desde una base biológica de tipo material, sin que existiese esa
autonomía de quienes creen (erróneamente) tomar decisiones libres y responsables.
Resulta fácil destacar una
consecuencia de este tipo de planteamientos: un criminal, o un santo, harían lo
que hacen simplemente según las reacciones de un número muy elevado de sus
neuronas cerebrales. Todo estaría determinado, la libertad sería una ilusión.
De este modo, no habría culpas
ni méritos. Ello no quita que nuestro cerebro reaccione ante ciertos actos,
realizados por uno mismo o por otros, con aprobación o con rechazo. Pero
reaccionar así también se podría explicar, según estas teorías, como algo
determinado neurológicamente.
Notamos en seguida que este
tipo de planteamientos va no solo contra nuestra propia experiencia, sino que
destruye todas las visiones, del pasado y del presente, que afirman la libertad
humana, que hacen propuestas éticas, y que consideran que hay personas buenas y
personas malas.
Afirmar que somos libres no
implica desconocer el fuerte influjo que las emociones y otros aspectos ligados
a nuestro sistema nervioso tienen sobre nosotros. Pero ese influjo no elimina
el espacio propio de la libertad de tantas y tantas decisiones que configuran
lo más específico de cada ser humano.
Solo cuando reconocemos que
las decisiones no son un simple resultado de lo que ocurre en nuestras
neuronas, sino que se construyen desde una dimensión diferente, seremos capaces
de comprender lo propio de la vida ética, de la especificidad humana, y de la
miseria o grandeza que cada uno escoge cada día por el hecho de poseer una
libertad ineliminable.