COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO OCTAVO: 2

"Cuando bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre"(8,1).

Padre Arnaldo Bazán

En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: “Señor, si quieres puedes limpiarme”. El extendió la mano, le tocó y dijo: “Quiero, queda limpio”. Y al instante quedó limpio de su lepra. Y Jesús le dice: “Mira, no se lo digas a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio”(8,2-4)

Aquel leproso parece haber oído, quizas por algún pariente, de aquel predicador y hacedor de milagros llamado Jesús. De modo que, cuando se presentó la ocasión de estar cerca de él, no perdió la oportunidad, se acercó sin vergüenza y le pidió que lo curara.

Ya esto supone un acto de fe en el poder de Dios que se mostraba a través de Jesús. Y éste no dudo un instante, y tocándolo lo curó.

Aquí se juntaron dos cosas, que también podemos ver en las acciones de Cristo en los sacramentos. Dos signos de salvación que son el tocar y el curar.

A través de los signos Jesús actúa para darnos esa maravillosa gracia que nos transforma. Pero para ello se requiere la presencia del ministro, que representándolo, es también el testigo de la Iglesia para admitir o readmitir a una persona a la comunidad de la Iglesia.

No es que esta curación haya sido un sacramento. Solo fue un momento de gracia para aquel leproso, que por el poder divino de Jesús quedó curado.

Pero cuando nos acercamos, por ejemplo, a la confesión, también vamos como leprosos, pues el pecado es como la lepra del alma, para que Jesús nos cure, nos perdone, nos santifique. Y ahí está el sacerdote, testigo y representante de Cristo, que realiza el milagro de transformar al pecador en un hijo amado de Dios.

Ya aquella lepra que contragimos por el pecado desaparece. Porque el Señor nos ama, y porque nos ama nos perdona, siempre que nos humillemos y acudamos a la fuente de gracia que es el sacramento de la Reconciliación. Si Cristo es quien perdona, el sacerdote es quien testifica y reconcilia al pecador también con la Iglesia, pues nada que tenga que ver con Dios puede hacerse fuera de la Iglesia.

También los papas, los obispos, y los sacerdotes, es decir, los que han recibido el poder para enseñar, para perdonar, para transmitir la gracia, tienen necesidad de ella. También ellos tienen que acudir al Sacramento, si quieren ser reconciliados. Ellos también son leprosos que imploran la curación.

¡Qué regalo tan grande nos da Dios! No tengamos miedo de decirle a Jesús: ¡Si quieres, puedes limpiarme! El lo quiere y lo hará.