LA VIRGEN MARÍA ES MADRE DE DIOS
El mayor título de
gloria de la Virgen María es el de ser la Madre de Dios.
Es Madre de Dios
porque Jesucristo es Dios y Ella es la Madre de Jesucristo, el Hijo de Dios
vivo.
Dios creó a la
Virgen Inmaculada desde su concepción, para que fuera la Madre de Jesucristo,
su divino Hijo.
El Ángel le
anunció el plan de Dios y Ella lo aceptó rendidamente: “Fiat” “Hágase”, fueron
sus palabras.
El poder del
Altísimo le cubrió con su sombra y concibió al Hijo de Dios, por obra y gracia
del Espíritu Santo (Lc. 1, 26-35 y Mt. 1, 18-24).
De su maternidad
divina deriva el privilegio de estar preservada del pecado original, en
atención a los méritos futuros de su Hijo, Jesucristo.
La maternidad
divina es el fundamento, la raíz y la fuente de todas las gracias y privilegios
de la Virgen María.
A todos nos ha
creado Dios para una misión en la tierra. La de la Virgen era la de ser la Madre
de Dios.
Nuestro Señor es,
todavía en el Cielo, tan Hijo de María como lo fue aquí, en la tierra (Tratado
de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, de S. Grignion
Montfort, cap. I, art. 1).
El Hijo de Dios
nos redimió siendo concebido, por obra y gracia del Espíritu Santo, en el seno
purísimo de la Virgen María, desarrollándose en él durante los nueve meses de
embarazo como cualquier otro niño, naciendo en Belén, con unos treinta años de
vida oculta, con unos tres años de vida pública y con su Pasión, muerte en la
Cruz y Resurrección gloriosa.
Además, allí, en
la Cruz, nos dio a todos los hombres lo que más quería: a su Madre, como Madre
nuestra.
“Jesús, viendo a su madre
y al discípulo a quien amaba que estaba allí, dijo a su madre: «Mujer, ahí
tienes a tu hijo».
Después dice al discípulo:
«Ahí tienes a tu madre”
Y desde aquel momento el
discípulo la recibió en su casa” (Jn. 19, 26-27).
Todos los
cristianos, representados en Juan, somos hijos de María.
Le pedimos a la
Virgen:
Muéstranos a
Jesús, fruto bendito de tu vientre, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Repitámoslo ahora y también cuando nos llegue el momento.
En la Salve le
rogamos: Y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu
vientre…
Vivir con la
Virgen y morir con la Virgen, que es Madre de Dios y Madre nuestra.
Mayo, es tiempo
idóneo para tratar más a la Virgen. Y la pandemia del coronavirus, situación
para encomendar a la Virgen todos los difuntos y afectados por el virus.
PUBLICADO EN
RELIGIÓN CONFIDENCIAL el 27 de mayo de 2020