COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO
OCTAVO: 5
Padre
Arnaldo Bazán
"Al
oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: “Les aseguro que en
Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y les digo que vendrán
muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob
en el reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán echados a las
tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Y dijo Jesús
al centurión: «Anda; que te suceda como has creído.» Y en aquella hora sanó el
criado"(Mateo 8, 10-13).
Esto lo dijo Jesús al elogiar la fe
de aquel capitán romano que le había pedido que curara a un criado que estaba
paralítico. Aquel hombre, pese a ser un militar al servicio del Imperio Romano,
lo que podría hacerle sentirse superior, demostró una gran humildad al ir donde
Jesús, un Maestro judío del que había oído decir que tenía poder de sanación, y
rogarle que curase a su sirviente.
Estas son realmente las actitudes
que mueven a Dios a conceder lo que le pedimos. Hay veces que acudimos a El sólo porque estamos en un momento de apuro. Pero,
¿creemos de verdad que el Señor hará lo más conveniente para nosotros, aunque
no sea exactamente lo que le pedimos?
Hay cristianos que piensan que con
estar bautizados tienen todos los derechos para lograr la salvación y poseer un
lugar en el Reino.
Así pasaba con muchos judíos, que
se sentían seguros por ser descendientes de Abraham, y creían que ya por eso la
salvación les era debida. Sin embargo, Jesús nos asegura que eso no sirve de
nada si no desmostramos que nuestra fe es verdadera.
Pese a haber recibido tantas cosas
de El, es posible que lo perdamos todo, mientras que
otros, que apenas lo han conocido, se lleven lo que creíamos era exclusivamente
nuestro, ya que demuestran mucho mayor interés, amor y fe que nosotros.
¡Qué triste sería que tengamos que
pasar la eternidad lamentándonos de haber perdido nuestro lugar en el Cielo,
después de haber tenido todas las oportunidades para conseguirlo tan
fácilmente! Pero ese es el real peligro que corremos, pues, como dice Jesús, si
ustedes no son mejores que los maestros de la Ley y los fariseos, no entrarán
en el Reino de los cielos (Mateo 5,20).
El
nos lo advierte con tiempo. No se trata de palabras ni de buenos propósitos,
sino de acciones concretas y actitudes correctas. Si sólo nos contentamos con
decir que somos discípulos de Jesús, pero nuestra vida no es conforme con lo
que El nos enseña, nos llevaremos la gran sorpresa de
ver a otros, que creíamos lejos, estar muy cerca de Dios, mientras nos quedamos
definitivamente fuera.
Aquel centurion
consiguio de Jesus lo que
buscaba. Mateo finaliza esta escena con estas palabras: Y dijo Jesús al
centurión: «Anda; que te suceda como has creído.» Y en aquella hora sanó el
criado (8,13).