COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO OCTAVO: 7

Padre Arnaldo Bazán

"Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: “El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades” (8,16-17).

Si hay algo que ha preocupado a los seres humanos de todos los tiempos es la salud del cuerpo.

Es natural, pues todos estamos expuestos, desde que nacemos, a contraer enfermedades que nos limitan e incluso nos impiden vivir satisfactoriamente.

De modo que desde siempre ha habido en el mundo personas que, por un medio u otro, buscan sanar las enfermedades.

Hay individuos que parecen haber recibido el don natural de curación. Los hay en todas partes. Algunos abusan de ese don simulando tenerlo o exigiendo mucho dinero a cambio de su intervención.

Pero hay también el don sobrenatural real, que es un carisma o don del Espíritu Santo, como reconoce san Pablo: Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu, a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único Espíritu (1a Corintios 12, 8-9).

Podriamos decir que Jesús usó tanto de dones naturales como sobrenaturales, pues se sabe que la mayoría de las enfermedades no son verdaderas, sino creadas por una mente débil.

Por esos tiempos, además, dada la ignorancia reinante, se creía que las enfermedades eran causadas por espíritus inmundos que se adueñaban del cuerpo de sus víctimas. Esa es la razón por la que aparezcan tantos “endemoniados” en los evangelios, por lo que se supone que no todos ellos estaban realmente poseídos por el demonio.

Jesús no hace distinción a la hora de curar. El comienza por dar la salud al cuerpo y la mente de aquellos que lo buscan, para que luego puedan recibir el mensaje que los transforme, y así descubran que el regalo más importante que Dios nos da es la salvación eterna.

Como diría a aquel paralítico que buscaba la curación de su cuerpo: “Hombre, tus pecados te quedan perdonados” (Lucas 5,20).

Con ello nos enseña que debe buscarse primero la salud espiritual antes que la corporal, aunque buscando la primera no se descuide tampoco la otra.

Es nuestra obligación cuidar del alma y del cuerpo. O como dirían los antiguos: “Mente sana en cuerpo sano”.