COMENTARIOS
AL EVANGELIO DE SAN MATEO
CAPÍTULO NOVENO: 3
Padre Arnaldo Bazán
"Jesús,
dándose cuenta de lo que pensaban, les dijo: “-¿Por qué piensan mal? ¿Qué es
más fácil decir: Tus pecados quedan perdonados; o decir: Levántate y anda? Pues
van ustedes a ver que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder para perdonar
los pecados” (Mateo 9,4-6).
En la absoluta mayoría de los casos
la gente acudía a Jesús en busca de la curación de alguna enfermedad. Sólo
algunas personas, por excepción, fueron a El
buscando, directamente, el perdón de los pecados o un mayor conocimiento de
Dios.
Por eso, seguramente, quiso Jesús
aprovechar esta ocasión en que le pusieron delante un paralítico, para llamar
la atención sobre la necesidad que tenemos de que se perdonen nuestros pecados.
Pero los maestros de la Ley que
allí se encontraban reaccionaron con indignación a las palabras de Jesús,
aunque sin atreverse a expresarlo públicamente, pensando que estaba incurriendo
en blasfemia, pues sólo Dios puede perdonar los pecados.
Ahí tenemos una prueba clara del
poder de Cristo. El no solo podía curar al paralítico sino que también podía
perdonar sus pecados, y esto último era, por cierto, lo más importante, pues es
el alma inmortal la que necesita más de curación, para que no tengamos un
cuerpo sano albergando un alma enferma o muerta.
El Divino Maestro no se quedó solo
en palabras. De inmediato procedió a la acción, dejando sin argumentos a
aquellos que lo criticaban. Había perdonado los pecados a aquel hombre, algo
que solo Dios puede hacer, y luego lo curó de su parálisis, lo que también solo
Dios es capaz de hacer.
Se trata de un gran milagro, sin
duda, pero también de una magnífica lección para todos nosotros.
¿No es cierto que muchas veces
acudimos a Dios solo cuando tenemos problemas de salud, o de índole económica o
material, y dejamos pasar todas sus invitaciones a elevarnos hasta El y vivir
en comunión con El?
Por eso Cristo insistirá en que si
no buscamos el Reino de Dios primero, no vale la pena que conquistemos el mundo
entero (ver Mateo 6,33). Lo más importante es vivir en la gracia de Dios, que
es la que nos otorga el derecho a la eterna salvación. Lo demás no debe ser
motivo de gran preocupación.