Decisiones y pensamientos

P. Fernando Pascual

17-1-2021

 

Reflexiono sobre las posibilidades, evalúo cuáles serían las mejores, y tomo mi decisión.

 

Hace varios días que me siento mal. Reflexiono sobre lo que me pasa. Entre las opciones, una implica esperar a ver qué pasa. Otra me invita a visitar a un médico.

 

Decido fijar una cita con el médico, porque pienso que es mejor no arriesgarme, porque creo que me ayudará a entender mejor lo que me pasa.

 

Normalmente primero pensamos y luego decidimos. Pero es bueno reconocer que las decisiones que tomamos influyen, incluso condicionan, lo que luego pensaremos.

 

En el ejemplo anterior, si he decidido ir al médico, mi mente empieza a pensar a qué hospital acudir, cómo lo haré, en qué momento, cuánto puede costarme la cita.

 

Al salir de casa e ir al metro, si en la estación encuentro colas, quizá replanteo mis opciones, tal vez saldré a buscar la parada de autobús más cercana.

 

El proyecto decidido (ir al médico) dirige mi mente ante las siguientes alternativas. Pienso desde mi decisión, y tomo luego decisiones secundarias.

 

Este fenómeno se aplica a experiencias sencillas y a situaciones mucho más complejas. Basta con imaginar un gobierno que reflexiona y decide empezar una campaña militar.

 

Una vez tomada la decisión, que por desgracia todavía es posible hoy como en el pasado, los gobernantes y los mandos del ejército orientan sus pensamientos a ver cómo mejorar la producción bélica, cómo conseguir más soldados, cómo organizar la defensa de las ciudades, cómo atender a los heridos...

 

La decisión dramática de la guerra casi “bloquea” a las mentes de los dirigentes y de millones de ciudadanos en el horizonte de todo lo que se relaciona a los acontecimientos previsibles. Los pensamientos están en buena parte condicionados por una decisión.

 

Gracias a Dios, podemos cambiar nuestras decisiones, arrepentirnos de las equivocadas, y reorientar nuestras vidas hacia caminos mejores. Pero no podemos olvidar el peso dramático que cada decisión tiene sobre nuestras mentes, sobre todo cuando existe el riesgo de quedar casi atrapados por decisiones perniciosas.

 

Por eso, antes de decidir, necesitamos mucha prudencia, mucha reflexión, muchos consejos. También necesitamos acudir a Dios, con oraciones llenas de esperanza, para pedirle que ilumine nuestros pensamientos y fortalezca nuestras voluntades, de forma que nuestras decisiones estén plenamente orientadas a la búsqueda de bienes verdaderos, para nosotros mismos y para todo el género humano.