CADA DÍA SU AFÁN
UN DOMINGO PARA LA PALABRA DE DIOS
Con gusto recordamos Emaús. Por el camino que los
llevaba hasta allí, dos discípulos de Jesús fueron alcanzados por un peregrino
que les preguntó de qué iban halando. Ellos confesaron su desencanto ante la
muerte de Jesús. Pero el peregrino les abrió los ojos para que comprendieran la
misión del Mesías.
En realidad “les abrió el entendimiento para
comprender las Escrituras”. Con esa frase el papa Francisco inició la carta con
la que instituía el domingo de la Palabra de Dios. En ella recordaba una célebre
frase de San Jerónimo: “La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de
Cristo”
Según el Papa, “dedicar un domingo del Año litúrgico a
la Palabra de Dios nos permite, sobre todo, hacer que la Iglesia reviva el
gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra
para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable”.
Por segunda vez lo celebraremos este año el día 24 de
enero, casi al término del octavario de oraciones por la unión de los
cristianos. Dedicar un domingo a celebrar el gran don de la Palabra de Dios es una
buena ocasión para gozarnos con nuestros hermanos cristianos no católicos por
esta preciosa herencia que compartimos.
En el seno de la Iglesia católica es una necesidad
urgente establecer con creatividad cursos o itinerarios para formarnos en la
lectura y la comprensión de la Palabra de Dios. Esa será una buena base para la
contemplación y también para la evangelización que nos ha sido confiada.
Por otra parte,
el conocimiento de la Palabra de Dios nos ayudará, tanto a los sacerdotes y
diáconos como a todos los fieles, a preparar con dignidad la celebración de la
Eucaristía y de los demás sacramentos.
En este mismo contexto, la lectura de la Biblia puede
dar un sentido nuevo a nuestra oración y también a las canciones que elevan
nuestro espíritu y alientan nuestra esperanza en las celebraciones
comunitarias.
Y finalmente, el conocimiento y la meditación de las
Sagradas Escrituras nos abrirá sin duda a la
percepción del amor. La Biblia nos lleva a amar a Dios y alejarnos de los
ídolos a los que dedicamos con
frecuencia nuestra atención. Además, la Biblia
orientará nuestro amor a los hermanos, alentando el servicio de la
caridad y las obras de misericordia.
El papa
Francisco nos recuerda que “en el camino de escucha de la Palabra de Dios, nos
acompaña la Madre del Señor, reconocida como bienaventurada porque creyó en el
cumplimiento de lo que el Señor le había dicho”.
Una mujer del pueblo exclamó admirada: “Feliz el
vientre que te llevó”. Y Jesús respondió: “Más bien, felices quienes oyen y
custodian la Palabra de Dios”. Según san Agustín, esto equivale a decir: “Mi
madre, a quien habéis calificado de feliz, lo es porque custodia la Palabra de
Dios”.
José-Román
Flecha Andrés