La colaboración con el mal
P. Fernando Pascual
31-1-2021
No resulta fácil vivir en un
mundo donde muchas acciones implican males y pecados. Además, hay ocasiones en
las estamos colaborando con el mal de otros, directa o indirectamente, con
mayor o menos conciencia de lo que ocurre.
Un ejército invade un
territorio. Colaboran con los invasores quienes les facilitan información,
armas, apoyo logístico, comida y agua.
Un país aprueba el aborto.
Colaboran con esa ley inicua quienes venden material “sanitario” a las clínicas
que se dedican a destruir la vida de los hijos antes de nacer.
Una empresa practica formas de
esclavitud infantil. Colaboran con esa empresa quienes compran productos
producidos gracias a la explotación de niños.
La lista es mucho más larga, y
llega tristemente también al ámbito familiar. Por ejemplo, cuando la esposa
colabora gracias a su silencio con el esposo que maltrata a los hijos pequeños.
Está claro que nunca se puede
colaborar con el mal de modo directo. Es decir, es gravemente inmoral, es
pecado, facilitar los medios con los que otros cometerán injusticias y
aumentarán el dolor en el mundo.
En cambio, es más difícil
discernir si uno está colaborando de modo indirecto en el mal de otros. Por
ejemplo, al comprar una medicina necesaria para uno mismo y producida por una
empresa que también fabrica píldoras abortivas, ¿estoy colaborando al mal de
esa empresa?
Mi deseo es bueno: quiero
curarme, o quiero curar a un familiar enfermo. Pero cada vez que voy a la
farmacia y compro esa medicina, la empresa que produce otras sustancias que van
contra la ética se enriquece un poco gracias a mí.
Ante este tipo de situaciones,
y son mucho más frecuentes de lo que imaginamos, lo importante es tener la
mente y el corazón fuertemente orientados hacia el bien y la justicia.
Desde esa orientación podré
analizar, en cada situación concreta, si hay alternativas buenas que me aparten
de colaborar con el mal que otros realizan, y si puedo, positivamente,
contrastar ese mal para que no avance ni dañe a inocentes.
Habrá ocasiones en las que
descubra que ha llegado el momento del heroísmo: no puedo apoyar a una empresa
que está explotando a niños, ni a un hospital donde se practica el aborto,
aunque por ello pierda mi trabajo.
Pero ese heroísmo es necesario
hoy, como en cualquier época histórica, para poner un dique firme contra el
mal, y para abrir el mundo a la bondad y a la justicia que son posibles gracias
a los corazones que creen en Dios y que buscan hacerlo presente en nuestros
días.