COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO NOVENO: 11

Padre Arnaldo Bazan

Así les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante él diciendo: “Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá”. Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos (9,18-19).

Aunque los tres sinópticos, es decir, los autores de los evangelios que aparecieron primero, que siguen un plan más o menos similar, cuentan esta escena, difieren en los detalles.

De ahí que si bien Mateo habla de un magistrado o jefe, como otras versiones traducen, Lucas dice que era el jefe de la sinagoga mientras Marcos que era uno de los jefes de la sinagoga.

Lo que ninguno de ellos menciona es de qué lugar se trata. Pudo ser, quizás, en Cafarnaum.

Lucas y Marcos hasta nos dicen su nombre: Jairo.

El jefe de la sinagoga era quien presidía las reuniones de los sábados, que era el día en que los judíos acudían al lugar donde se congregaban para escuchar la Palabra de Dios y los comentarios de los rabinos y de otros, lo mismo que cantar salmos y orar.

Este Jairo seguramente ya conocía a Jesús, pues acude a El con una fe total. De acuerdo a Mateo, ya la hija había muerto cuando fue donde Jesús. Marcos y Lucas coinciden en decir que se estaba muriendo.

Podemos comprender que esos son detalles que en nada ocultan la fe de Jairo ni el poder de Jesús para hacer milagros.

Con todo, había que tener una fe muy grande para creer que Jesús podía detener la muerte o librarla de ella.

Lucas nos aclara que la niña tenía doce años.

Los tres evangelistas coinciden en que Jesús, sin pensarlo dos veces, se fue con Jairo, dispuesto a complacer su petición. Con él se fueron también sus discípulos. Hay personas que creen que Dios no oye sus súplicas ni hace caso de sus peticiones. Pero nuestro Padre está siempre alerta a lo que se le pide.

Ahora bien, ¿con que fe nos acercamos a Dios? ¿Tenemos una tan fuerte como la de Jairo?

Podemos pensar que Dios nos oye incluso si no tenemos una fe grande, pues alguna tenemos que tener para acudir a El.

Pero podemos suponer que si nuestra fe y confianza en Dios son verdaderas, también lo será la prontitud con que recibamos la respuesta.

No es que podamos poner restricciones a Dios. El tiene sus formas de hacer las cosas. Y a veces vemos cómo obsequia con sus dones incluso a quienes parecen estar bastante alejados de El.