COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO DÉCIMO: 1
Padre Arnaldo Bazán
"Y
llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para
expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia"(10,1).
La palabra “discípulos” la usan los
evangelistas, a veces indistintamente, para nombrar a los apóstoles o a otros
discípulos. También a los discípulos de Juan el Bautista.
Por lo que nos dice Pablo en 1ª
Corintios, 15,6, Jesús, ya resucitado, se apareció en una ocasión a más de
quinientos hermanos juntos. La palabra “hermanos” es usada por el Apóstol para
referirse a los discípulos de Jesús.
Nadie se puso a contar a los
discípulos que Jesús tuvo, pues nadie puede entrar en los corazones de los
demás para saber quiénes son los verdaderos seguidores de Jesús.
Sabemos que muchos lo seguían
atraídos por sus milagros, y también porque creían que sería el liberador
político de Israel, un nuevo David, a quien todos recordaban como el gran rey
por antonomasia.
Pero verdaderos seguidores serían,
más o menos, esos poco más de quinientos que merecieron verlo resucitado.
Ahora, a quienes Jesús distinguió,
de tal manera que se hizo acompañar por ellos de un lado al otro del mapa
palestino, fue a los doce cuyos nombres aparecerán en los dos siguientes
versículos.
Ellos fueron elegidos no por
méritos propios, sino por pura dignación del Señor. No es que viera nada
especial en ellos, o acaso, ¿es que vio realmente algo?
Eso no podemos saberlo. De Pablo,
que sería elegido varios años después, sin haber visto nunca a Jesús durante
los años de su estancia en la tierra, podríamos decir, como una pura
suposición, que el Señor vio en él su calidad de líder y su capacidad inmensa
para trabajar apostólicamente.
El también recibiría los dones que
acreditaron a los Doce, incluyendo a Matías, el sustituto de Judas, como
verdaderos apóstoles.
Estos fueron los carismas del
Espíritu Santo para dominar a los demonios, hacer curaciones y realizar
milagros. El libro de los Hechos nos narra algunos de ellos, como la curación
del paralítico Eneas en 9,33-34.
Pero estos dones no fueron, ni
mucho menos, exclusivos de los apóstoles. Del diácono Felipe dice el libro de
los Hechos que hizo muchos milagros en Samaria (ver Hechos 8,7).
Todavía hoy el Señor realiza
maravillas. Pero las hace no para los que no tienen fe, pues serían incapaces
de atribuir a Dios lo que ven sus ojos, sino para los que tienen ojos capaces
de descubrirlas.