COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO DÉCIMO: 11

Padre Arnaldo Bazán

"¿No se venden dos pajaritos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están todos contados. No teman, pues; ustedes valen más que muchos pajaritos"(10,29-31).

¡Qué maravillosas palabras que nos infunden una total confianza en la Providencia divina!

Valemos mucho ante los ojos de Dios.

Un as era una moneda romana de muy poco valor. Sería difícil saber a cuánto correspondía en el dinero de hoy. Sin embargo, con un as se podían comprar dos pajaritos, lo que nos indica el poco valor que daba la gente a estos animalitos.

Sin embargo, también de ellos se cuida Dios. El creó todo para nuestro bien y El sigue sustentando a todas sus criaturas.

Por supuesto que el ser humano tiene que poner de su parte. Dios le ha entregado la tierra para que la administre. Lamentablemente no siempre hemos sido buenos administradores.

Abusamos de la creación y destruimos incluso las fuentes de donde proviene nuestra alimentación y la de los animales.

Hoy los científicos alertan al mundo ante todo el daño que estamos causando a la Tierra. Nuestro planeta parece tener un futuro incierto, y eso no es la culpa de Dios.

Todavía hoy, cuando el hombre se ocupa, siguen floreciendo los campos, las cosechas son abundantes y el pan puede alcanzar para todos.

Pero la realidad es que el agua está escaseando, cada día se pierden tierras de cultivo que se convierten en desiertos, los mares se despoblan de peces y cetáceos, los alimentos escasean y cada día son más caros. ¿A dónde vamos a parar?

Pero el hombre no se detiene en su destrucción. Las guerras se suceden, con todo el cúmulo de factores adversos que suman a poblaciones enteras en la miseria.

Se contaminan las aguas, se destruyen los bosques, se pierden, cada día, preciosas especies de animales. Esto no es un cuento, sino algo que los científicos constatan con pruebas irrefutables. Nos encaminamos a un desastre.

Si es verdad que podemos confiar en la providencia de Dios, tenemos que desconfiar de nosotros mismos, que somos los peores depredadores que tiene la Tierra.

No temamos, pues, ya que el Señor no nos abandonará, pero tenemos que despertar y cumplir nuestra tarea. Si el ser humano sigue en su tarea destructiva, tendremos que responder ante el Creador por no haber sabido ni querido conservar lo que de El recibimos.