COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO DÉCIMO: 12

Padre Arnaldo Bazán

"Porque todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos"(10,32-33).

Frente a Jesús no puede haber medias tintas. O estamos con El o contra El.

Y es que hay para ello una razón muy poderosa: Con Jesús tenemos la victoria asegurada.

Si nos ponemos contra El lo que aseguraremos será nuestra derrota total y definitiva.

Siempre habrá la oportunidad, para aquellos que en un momento de debilidad no han querido declararse sus discípulos, de arrepentirse y pedir perdón.

Ese fue el caso de Pedro (Lucas 2,55-62). El apóstol, frente a un grupo hostil, como era el de los que estaban fuera de la casa del Sumo Pontifice donde juzgaban a Jesús, perdió su compostura y negó tres veces a su Maestro. Pero luego lloró amargamente su pecado de apostasía y fue ampliamente perdonado.

Ese ha sido el caso de tantos y tantos cristianos que, fuese por miedo o por recibir algún beneficio, se pusieron de parte de los enemigos de Jesús.

Incluso hubo cierto conflicto en la Iglesia, pues después que pasaron las persecuciones, hubo partidarios de negar el perdón a aquellos que habían apostatado. Pero se impuso la razón evangélica y se les concedió el perdón. como a Pedro, a los que se arrepintieron y lo pidieron.

Hay momentos en la vida en que el cristiano tiene ante sí el dilema de confesar a Jesús o declararse en su contra. Y esto no sólo frente a un perseguidor que le exige su traición a cambio de la vida.

También esto ocurre cuando estamos frente a una tentación que implica incurrir en un pecado grave. Y esto nos puede ocurrir casi todos los días.

Es en esos momentos en que el cristiano tiene que acudir al Espíritu Santo para pedir su ayuda, pues Satanás sabe muy bien cuáles son nuestras debilidades, y es experto en ponernos en esa disyuntiva de obedecer al Señor o al Maligno.

Ya esa prueba la pasaron también, según el relato del Génesis, Adán y Eva. Ese fue su pecado. Entre el mandato de Dios de no comer del árbol en medio de Jardín del Edén, y la tentación de la Serpiente maligna, ellos prefirieron comer del árbol, “para ser como dioses” (ver Génesis 3,1-6).

Sólo con la fuerza del Espíritu Santo podemos confesar a Jesús. No olvidemos lo que dice san Pablo: “Nadie puede decir: “¡Jesús es Señor!” sino con el Espíritu Santo” (1a. Corintios 12,3).

Arnaldo Bazán