ENTUSIASMO
Padre Pedrojosé Ynaraja Díaz
Ciertos
acontecimientos, singulares o colectivos, momentáneos o persistentes,
importantes o no mucho, originan consecuencias imprevistas que no se esperaban.
Estamos
sumergidos en una pandemia vírica. Médicos, biólogos y economistas ponen todo
su esfuerzo para dominarla y suprimirla por los males que ocasiona.
Se
nos facilitan estadísticas y se nos pronostican progresos. Gente de mal agüero
ha llegado a vaticinar que tal vez la humanidad está destinada a la extinción,
como ocurrió en otro tiempo con los dinosaurios.
En
el terreno cristiano, quienes se sienten responsables de la comunidad han
acudido a dictar fugaces soluciones, misas retrasmitidas por TV a diestro
y siniestro o dispensas de obligaciones que se podían dispensar.
Parecería
lógico que aquellos que por la incapacidad de los siniestros virus y por el
favor de Dios, no hemos hasta ahora sido vencidos por la enfermedad, nuestro
estado de ánimo o nuestra capacidad de acción, no hubiera mermado, pero no ha
sido así.
Nuestra
mente se siente lesionada, nuestra capacidad de trabajo mermada. No sabemos qué
nos pasa, pero somos conscientes de que nuestras capacidades han disminuido.
Mencionaba
a los responsables, seguramente que el lector habrá creído que me refería a la
jerarquía. Sin que a la comunidad eclesial se le exija democracia, elecciones y
mandamases eficientes, lo que creo es preciso es la presencia de pastores.
¿Qué
cualidades se le exigen? ¿títulos académicos? ¿comportamiento recto? ¿capacidad de
liderazgo? No niego el valor de tales peculios.
El
crecimiento de la clerecía por estas tierras es prácticamente nulo. La
concesión de facultades a cristianos laicos de las que antes carecían, son
parches, curas paliativas.
Creer
que es indispensable vivir y expresarse exclusivamente con simpatía, un craso
error.
¿qué es mayormente imprescindible como apoyo y sostén de la
Gracia y que aumente la Fe en estos precisos tiempos y entre nosotros?
Me
atrevo a señalar una sencilla condición: el entusiasmo. (continuaré)
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