COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO
DÉCIMO: 16
Padre
Arnaldo Bazán
"Quien
a ustedes recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me
ha enviado. Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta
recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo
recibirá"(10,40-41).
Lo que Jesús dijo a sus apóstoles
es válido hoy para todos los que tienen a su cargo la predicación de la Buena
Noticia, es decir, para los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosas y
religiosos, predicadores y ministros laicos.
En el trabajo apostólico se
enfrentan muchos sinsabores, fracasos y desilusiones, pero también buenas
personas que reciben al enviado con mucho amor.
No todo el mundo recibió a Jesús
con agrado. Más bien fueron muchos los que lo rechazaron. Y aunque en su vida
apostólica hubo multitudes que lo siguieron, sabemos que, al final, buena parte
de ellos se hicieron los desentendidos o, peor todavía, se pusieron al lado de
los enemigos de Jesús que buscaban su muerte. Pero lo importante es que aquel
que recibe la Buena Noticia y acoge a quien se la transmite, no está recibiendo
a un individuo cualquiera, no importa que sea un obispo o un simple laico, sino
que está recibiendo al propio Cristo.
Y al recibir a Jesús está también
recibiendo al Padre, que fue Quien envió a Jesús a hacernos saber el plan de
salvación que tiene para todos y cada uno de nosotros.
La mayoría de los que rechazan a
los enviados, es decir, a la propia Iglesia, pues es Ella la que recibió, en la
figura de los apóstoles y sus sucesores, el encargo de llevar las Palabra a todos
los rincones del mundo, son personas ignorantes, que viven perdidos sin saber
ni de dónde vienen ni a dónde van.
Y ésos conforman una buena parte de
la humanidad. Como dijo Jesús, “no saben lo que hacen”. Cuando esta ignorancia
es culpable, el ignorante tendrá que cargar con su propia responsabilidad
frente a la Palabra de Dios. Pero si la persona no ha tenido la oportunidad de
conocer a Dios, ni a Jesús, que es la Palabra viva del Padre, El no se los tomará en cuenta, siempre que su corazón esté
abierto a recibirlo.
Lo cierto es que todos los que
reciban con alegría a los que anuncian la Buena Noticia, tendrán su recompensa.
El primer regalo será conocer a Dios y todas las maravillas que el Padre tiene
para nosotros.
Otros muchos dones seguirán al primero,
para que, al final, nos encontremos cara a cara con el propio Jesús, el que
pagó con su sangre el precio de nuestra salvación, que nos ha de decir las más
bellas palabras que podamos oír jamás: Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de
tu Señor (ver Mateo 25,34).
Cuando uno pierde esta perspectiva,
dominado por las tentaciones de Satanás y de sus aliados, está actuando
irresponsablemente, pues Dios no nos ha dado la vida sino para que ésta sea una
experiencia de santidad, bondad, entrega de uno mismo al Señor y a los demás.
Eso es lo que nos enseñan los
santos, que fueron capaces de salvar verdaderamente su vida, viviendo según el
plan de Dios.