COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO
DÉCIMO: 17
Padre
Arnaldo Bazán
"Y
todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos
pequeños, por ser discípulo, les aseguro que no perderá su recompensa"
(10,42).
Todo cristiano formado ha tenido
que aprender lo fundamental de las enseñanzas de Jesus.
No se le puede escapar, por tanto, que el principal mandamiento de la ley de
Dios es amar al Señor con todo el corazón, con todo el alma, con todas las
fuerzas, y al prójimo como a sí mismo (ver Deuteronomio 6,5;Levítico
19,18).
Todo eso estaba ya en el Antiguo
Testamento, y Jesús lo reafirma varias veces, dejándonos el precepto de amar
como su verdadero testamento.
Cuando uno le pregunta: “¿Cuál es
el primero de todos los mandamientos?” Jesús le contestó: “El primero es:
“Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor,
tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas
tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe
otro mandamiento mayor que éstos” (Marcos 12,28-31).
Cumplir estos mandamientos es una
obligación de todo el que quiera cumplir el plan de Dios en su vida. Lo que
significa que tenemos que tratar al prójimo como queremos que se nos trate.
El mejor ejemplo lo puso Jesús en
la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10,30-35). En ella aparece un hombre que
es asaltado en el camino y dejado como muerto. Por su lado pasarían un sacerdote,
un levita y un samaritano. Los dos primeros no hicieron caso, pero el tercero,
pese a ser de una raza distinta y hasta enemiga de los judíos, tuvo compasión y
se hizo cargo del herido y cuidó de él.
Atender, por tanto, las necesidades
del prójimo, en la medida en que podamos, es algo grato a Dios. Pero hay algo
más. Nada que hagamos por el prójimo quedará sin recompensa.
Ya sabemos que al final, seremos
examinados precisamente en el amor. Pero el verdadero amor, al igual que la fe,
tiene que ser demostrado con hechos, no con simples palabras.
La demostración de esto nos la da
el propio Jesús cuando, describiendo el Juicio Final (Mateo 25,31-46) nos dice
que el Rey juzgará a buenos y malos según lo que hayan hecho con los prójimos,
pues es como si lo hubieran hecho, lo bueno o lo malo, a El mismo.
Cuando hacemos un favor, por
pequeño que sea, como el dar tan sólo un vaso de agua a alguien con sed,
demostramos nuestro amor por el prójimo, y eso lo ve el Padre que está en los
cielos, y nos recompensará generosamente.
Arnaldo Bazán