La responsabilidad ante las bombas atómicas

P. Fernando Pascual

6-3-2021

 

El cambio de presidentes en Estados Unidos es con frecuencia motivo para prestar atención a lo que ocurre cuando pasa de unas manos a otras el “maletín” que, según dicen, tiene los códigos para lanzar bombas atómicas.

 

No se trata de un simple gesto simbólico, pues ese gesto refleja algo que tiene una enorme importancia para todo el planeta: la responsabilidad ante las bombas atómicas.

 

Los seres humanos somos responsables de cada uno de nuestros actos libres. Las consecuencias son pequeñas en actos como cerrar una puerta, escribir una carta, encender una vela. Las consecuencias son mayores en actos como abrir una fábrica, dejar mal apagada una fogata en el bosque, disparar sobre algo que se mueve en la oscuridad.

 

Las armas nucleares han elevado la responsabilidad a niveles nunca antes imaginables. Quien tiene la posibilidad y la fuerza de usar bombas atómicas, puede decidir sobre la vida y la muerte de millones de personas. Incluso, en una guerra atómica total, estaría en juego la supervivencia de toda la especie humana.

 

Por eso, el gesto del traspaso del maletín nuclear de un presidente a otro no es algo protocolario sin importancia, sino la señal de que el futuro de millones de seres humanos está en las manos de un hombre dotado de un poder excepcional.

 

Se comprende, entonces, cómo numerosas voces piden que se desmantele el arsenal atómico. La existencia de un número tan elevado de armas muy potentes hace que exista una amenaza continua para la supervivencia de la vida en el planeta.

 

No parece, al menos por ahora, fácil que los gobiernos decidan renunciar a un arma que “garantiza” un enorme poder de amenaza ante eventuales enemigos. Por eso, los gobernantes, asesorados por algunos militares, prefieren tener disponibles esas bombas que, en apariencia, garantizan cierta seguridad.

 

Ante la tentación de contar con un maletín con códigos que asustan al mundo entero, hace falta reflexionar seriamente sobre la responsabilidad ante las bombas atómicas, sobre todo cuando se constata cómo tantas armas “convencionales” han sido usadas injustamente (y se usan también hoy) por ambiciones u odios que han provocado daños enormes a una multitud incontable de inocentes.