Cuando la maldad se reviste de
bondad
P. Fernando Pascual
6-3-2021
Una de las estrategias del mal
consiste en presentarse bajo la apariencia del bien.
Así, un dictador habla de “espacio
vital” o “solución final” cuando busca asfixiar a los países vecinos y provocar
genocidios de millones de inocentes.
O un político propone “flexibilidad
laboral” y mayores incentivos para mejorar la economía cuando defiende el
despido libre y arbitrario.
O un propagandista difunde
ideas a favor de la salud o de los derechos reproductivos, para que el aborto
(llamado eufemísticamente interrupción voluntaria del embarazo) sea aceptado
por la gente.
O un gobernante promueve
medidas para evitar la difusión de las “fake news”, cuando en el fondo desea imponer una censura férrea
hacia ideas que vayan en contra de sus proyectos políticos.
La lista podría ser mucho más
larga, sobre todo si nos fijamos en hechos más pequeños, asequibles a todos.
Por ejemplo, cuando uno justifica como compensación afectiva lo que en realidad
es una dañina infidelidad conyugal.
La lista es larga porque, en
definitiva, ya al inicio de la historia humana el tentador presentó el primer
pecado como una conquista, como una mejora, como un enriquecimiento: lograréis
algo bueno, “seréis como dioses...” (cf. Gn
3,5).
En realidad, lo malo, a pesar
de todos los discursos falsos, de todos los autoengaños, de la propaganda martilleante de los poderosos, sigue siendo malo.
En cierto modo, que la maldad
se revista de bondad es algo que destaca un reconocimiento del deseo insuprimible que tenemos por lograr lo que realmente sea
bueno.
Porque incluso cometemos
pecados bajo la apariencia de un bien que esperamos conseguir, aunque luego
descubramos que se trataba de un bien engañoso, que nos dañó y que provocó
heridas en otros.
Por eso, necesitamos tener la
honradez y valentía suficientes para decir que lo malo es malo, aunque millones
de voces digan lo contrario, aunque los parlamentos nos declaren enemigos del
pueblo, aunque quedemos solos como los santos y los profetas.
El mundo ya tiene demasiadas
heridas como para que dejemos que el mal siga adelante. Con mucha confianza en
Dios, con el apoyo de mujeres y hombres honrados y valientes, será posible
denunciar cualquier manipulación del mal, y promover un mundo abierto
auténticamente al bien y la justicia que tanto deseamos.