SAN JOSÉ, ESPOSO Y PROTECTOR

Padre Arnaldo Bazán

Dicen los teólogos que todas las decisiones de Dios son "ab aeterno", o sea, desde toda la eternidad. Cuando el Señor decidió que su Hijo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, se encarnase, es decir, tomase carne humana haciéndose uno como nosotros, tuvo necesidad de una mujer para que esto pudiese ser una realidad.

Por ley natural se necesitaría también un hombre, pero Dios quiso hacer en esto una excepción, ya que, Aquel que era su Hijo, no necesitaba tener un padre temporal en el sentido estricto de la palabra.

Con todo, hasta a Dios se les ponen las cosas difíciles, a veces, y en este caso tuvo que pensar que, si bien lo anterior era perfectamente posible, ya que El lo puede todo, hacía falta dejar a buen recaudo el nombre de la mujer elegida y del Hijo que naciera de sus entrañas.

Esa es la razón por la que, cuando el ángel Gabriel visita a María en Nazaret, Lucas consigna lo que Mateo confirma, que ella era virgen "desposada con un hombre llamado José".

EL CARPINTERO

Poco es lo que sabemos, en realidad, de José. Ni Lucas ni Mateo dicen que fuera carpintero de oficio. Esto lo sabemos, más bien, por las preguntas que se hacen los de Nazaret a propósito de Jesús, después que este había comenzado su ministerio, pero solo Mateo recoge una pregunta categórica al respecto: "¿No es el hijo del carpintero?" (13,55).

Marcos pone en boca de los nazaretanos que el carpintero es el propio Jesús (6,3) y Lucas redacta la pregunta de esta forma: "¿No es este el hijo de José?" (4,22).

Aceptado el oficio podemos darnos cuenta de que José era un hombre fuerte, algo mayor que María, bien enamorado de ella y con intenciones de casarse como cualquier otro. Lo más probable es que a José no le cupiera en la cabeza la idea de que su esposa iba ser virgen toda la vida.

Sin embargo, Dios tenía sus planes, y al elegir a María para ser la madre de su Hijo, también dejó involucrado a José, a quien se le iba a pedir un delicado compromiso de ser el padre legal y el tutor de Jesús, al mismo tiempo que el protector de María.

LEYENDA DEL VIEJO VIUDO

Existe un evangelio apócrifo llamado "Protoevangelio". El que haya sido declarado apócrifo (falso) por la Iglesia no quiere decir, necesariamente, que todo lo que en él se dice sea falso, sino que no fue escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo y, por tanto, no pertenece a las Escrituras.

Este Protoevangelio fue atribuido al apóstol Santiago el Menor, y ciertamente fue escrito en el primero o segundo siglo.

Es en este libro donde aparecen los nombres de Joaquín y Ana como los de los padres de María y, también, la leyenda de que José era un viudo con hijos.

De acuerdo a este libro las cosas ocurrieron de este modo:

María vivía en el Templo, dedicada al Señor. Cuando llego a la edad de 12 años, los sacerdotes pensaron que había que darla en matrimonio, pero, al mismo tiempo, sabían que era la Virgen del Señor, por lo que tenían que hacer algo para que el hombre que la recibiera se ocupara solo de cuidarla.

Se hizo un llamado público a todos los viudos de Israel, José entre ellos. El Sumo Sacerdote les explicó de que se trataba, y daría a cada uno una vara. La que floreciese sería el elegido para realizar el mandato de Dios. Después entró en el templo para orar.

Terminada la oración regresó donde aguardaban los viudos y allí les repartió las varas. El último en recibirla fue José, y en ese momento se produjo un prodigio. Una paloma se adelantó y voló sobre la cabeza de José. El Sumo Sacerdote dijo: "José, tu eres la persona escogida para tomar la Virgen del Señor y mantenerla para Él".

Pero José rehusó diciendo: "Yo soy un hombre viejo, con hijos, y ella es joven, y temo parecer ridículo en Israel".

Entonces el Gran Sacerdote replicó: "José, teme al Señor tu Dios, y recuerda cómo Dios procedió con Datán, Coré y Avirón, como la tierra se abrió y se los tragó, a causa de su contradicción. Ahora, por tanto, teme a Dios, no sea que algo parecido suceda en tu familia".

José entonces, temeroso, la llevó a su casa, y allí dijo a María: "Mira, te he tomado del Templo del Señor, y ahora te dejo en mi casa. Yo debo ocuparme de mi edificio de construcción. El Señor esté contigo".

JOSÉ, PROTECTOR Y DEFENSOR

Cada unos puede creer de esto lo que quiera, pues no hay nada que la Iglesia haya declarado como de fe. Yo prefiero pensar que José era un hombre relativamente joven, y que María vivía en Nazaret al cuidado de sus padres. Llegada la hora, alrededor de los quince años, se desposó con José, como lo hubiera hecho cualquier joven de su país.

Solo después de este hecho es que ella se entera de la voluntad del Señor, tal como se lo manifestó el Ángel, y como siempre aprendió a obedecer la voz de Dios, se muestra fiel servidora del Altísimo, declarándose dispuesta a hacer lo que Él le pida.

En cuanto a José parece que tenía las mismas disposiciones, por ser un hombre bueno y lleno de Dios. Aceptó la misión que se le pedía. Renunció a María como mujer, para convertirse en su inseparable compañero y decidido defensor, al mismo tiempo que el protector del Niño que era el Hijo del Altísimo.

Maravilloso ejemplo el de José. Su entrega es una invitación a aceptar en nuestras vidas lo que Dios pida de cada uno de nosotros.