COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO
DÉCIMO PRIMERO: 7
Padre
Arnaldo Bazán
"Pero,
¿con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que,
sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: Les hemos tocado la
flauta, y no han bailado, les hemos entonado endechas, y no se han lamentado
(11,16-17).
En nuestras relaciones con Dios los
seres humanos nos comportamos, muchas veces, como verdaderos chiquillos
malcriados.
Eso ocurría en tiempos de Jesús y
sigue ocurriendo ahora. Tratamos las cosas del Señor a la ligera, lo que
significa que no lo tomamos realmente en serio, y eso es grave.
La fe, cuando es verdadera, ha
descubierto que toda nuestra vida está dirigida a cumplir la voluntad de Dios
mientras estamos en la tierra, para luego recibir el premio que Jesús nos ganó,
al que nosotros hemos añadido nuestro esfuerzo personal, actuando como el
Altísimo quiere.
Si Jesús hablaba en ese momento del
poco caso que muchos hicieron a Juan el Bautista, especialmente los fariseos,
escribas, sacerdotes y demás personas influyentes dentro del pueblo judío, hoy
nos diría lo mismo del poco caso que hacemos de sus enseñanzas.
Queremos tomar del Evangelio
aquello que nos agrada, dejando a un lado lo que no nos gusta. Queremos llevar
un cristianismo aguado, que nos permite encender una vela a Dios y otra al
Diablo. Pero eso no es posible. Con Dios no podemos jugar.
Así lo dijo el mismo Jesús: Nadie
puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se
entregará a uno y despreciará al otro. No pueden ustedes servir a Dios y al
Dinero (Mateo 6,24).
El dinero, en este caso, ocupa el
lugar del Diablo, porque cuando se sirve al dinero como amo y señor, se le está
tomando como un dios al que adoramos, lo que es fruto de las sugerencias de
Satanás.
No hay cosa que agrade más al
Diablo que queramos estar entre dos aguas, sin definirnos. Así nos creemos que
somos cristianos, que estamos agradando a Dios porque rezamos, vamos de vez en
cuando a la iglesia, hacemos alguna que otra obra de caridad, pero en realidad
llevamos una doble vida, pues por otro lado no obedecemos la mayoría de los
mandamientos.
Eso nos mantiene contentos con
nosotros mismos, pensando que con lo que hacemos tenemos la salvacin
asegurada, cuando en realidad hemos caído en la trampa de Satanás que será para
siempre nuestro único amo.
Sólo cabe aquí recordar las
palabras del propio Bautista: Conviértanse porque ha llegado el Reino de los
Cielos (Mateo 3,2).