COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO DÉCIMO PRIMERO: 8

Padre Arnaldo Bazán

"Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Demonio tiene”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tienen un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores". Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras"(11,18-19).

Alguien dijo que desde que se inventaron las excusas nadie queda mal. Todos tenemos siempre a mano una excusa para justificarnos, es decir, presentar como bueno lo malo que hacemos.

Por otro lado, criticamos y hasta condenamos a aquellos que no actúan como nosotros, para poder continuar con nuestra conciencia tranquila, aunque para ello tengamos que engañarla con razones reñidas con la verdad.

Jesús estaba haciendo el panegírico de Juan delante de muchas personas que habían criticado y maltratado al profeta, al menos en sus juicios, ya que la forma em que vivía era en sí misma una acusación a los excesos que muchos cometían.

Pero también sabía el Señor que a El mismo lo criticaban por el motivo contrario. De Juan decían que estaba endemoniado, que era lo mismo que decir que estaba loco. Y de Jesús que era un comilón, un borracho y que andaba con pecadores.

¿Es que a Jesús se le podía hacer esa clase de acusación? Pues claro que no. El siempre trató de llevar una vida normal, sin llamar la atención, pero sin excederse nunca en la comida o bebida. Nadie pudo verlo nunca borracho ni de cerca.

Pero los criticones siempre tienden a exagerar las formas de actuar de los que consideran sus enemigos, sólo porque son diferentes en la manera de pensar y de hacer.

El que quiera contentar a todo el mundo tendrá que mantenerse mudo. Y ni Juan ni Jesús habían recibido la misión de callar, sino todo lo contrario.

Juan como Precursor tenía que cumplir con la tarea de anunciar al que había de venir.

Jesús como Palabra viva del Padre, debía proclamar la Buena Noticia del Reino, que es el mayor regalo que Dios puede darnos, pero que, al mismo tiempo, exige de nosotros el compromiso de cambiar nuestras vidas.

Somos reacios a esto último. La conversión se nos presenta como un reto demasiado difícil. Y al negarnos a cambiar tenemos que rechazar a Aquel que nos pone, para lograr la felicidad total, la condición de hacerlo.

De ahí que busquemos excusas. Las de hoy son las mismas que las de ayer. Preferimos tapar el sol con un dedo, para no ver la Verdad.

Y negamos a Dios, aunque con ello nos estemos negando la oportunidad de ser felices para siempre en el Reino.

Arnaldo Bazán