Dos motivos de la censura
P. Fernando Pascual
20-3-2021
La censura puede tener
diversos motivos. Hay dos que suelen darse con frecuencia.
El primero consiste en
considerar que la verdad tiene derecho a difundirse, mientras que la falsedad
debe ser marginada o incluso perseguida.
El segundo, unido normalmente
(pero no siempre) al anterior, defiende que hay cierto tipo de ideas e
informaciones que provocarían daños en las personas o las sociedades.
Por ejemplo, quien lanza una
calumnia que daña a inocentes de modo grave recibe un castigo más o menos
serio, al mismo tiempo que se busca borrar la calumnia para evitar que se
difunda en la prensa, o en Internet, o de otros modos.
Hay situaciones en las que se
aplica la censura contra ciertas verdades. Imaginemos un dictador o un grupo de
poder que comete delitos, y que trabaja, de diversos modos, por censurar las
noticias que puedan darlos a conocer.
Surgen problemas de diverso
tipo cuando la censura se aplica en revistas culturales o científicas, que impiden
que se publiquen artículos que van contra las ideas dominantes, lo cual a veces
puede impedir un sano debate entre diferentes puntos de vista.
El mundo de Internet,
supuestamente abierto a todas las voces, ha aplicado y aplica diversos métodos
de censura: cierre de páginas acusadas de promover la violencia, o de engañar a
compradores incautos, o de difundir mentiras pseudocientíficas.
En ocasiones, esa censura de
Internet puede surgir desde intereses particulares, por ejemplo cuando un grupo
de presión busca silenciar a quienes piensan de otra manera, para imponer las
ideas de ese grupo e impedir la difusión de ideas diferentes.
Los problemas que surgen a la
hora de decidir quién censura, según qué criterios, y sobre qué temas, son
tantos que llevan a la necesidad de comprender mejor el sentido de la libertad
de expresión y el modo correcto de tutelarla.
Al mismo tiempo, hace falta
profundizar en los dos motivos señalados al inicio. En el primero, porque no
resulta fácil, en un mundo pluralista, distinguir entre lo verdadero y lo
falso, si es que no ocurre que se llegan a defender ciertas falsedades (como en
el nazismo o el comunismo de Estado) como si fueran las únicas verdaderas.
En el segundo, porque, aunque
resulte cierto que una difusión indiscriminada de cualquier idea o información
(aunque sean verdaderas) pueda ser peligroso, también es peligroso que haya
quienes controlen la información, según la famosa pregunta ya formulada en el
mundo antiguo: ¿quién vigilará a los vigilantes?