COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO DÉCIMO SEGUNDO: 5

Padre Arnaldo Bazán

 

"Pero los fariseos, en cuanto salieron, se confabularon contra él para ver cómo eliminarle. Jesús, al saberlo, se retiró de allí. Le siguieron muchos y los curó a todos. Y les mandó enérgicamente que no le descubrieran; para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías."(12,14-21).

 

La reacción de los fariseos demuestra a las claras qué clase de gente eran. Son testigos de un milagro, pero sólo porque fue en sábado, se confabulan contra Jesús para eliminarlo.

 

Hubieran preferido que el hombre siguiera con su mano seca, antes de que fuera curado en sábado. Y no porque curar en sábado fuera malo, como bien claramente les demostró Jesús, sino porque no cumplía con las reglas inventadas por ellos y sus antecesores.

 

Era como querer meter a Dios en una jaula de la que ellos tenían la llave. No querían dejar a Dios ser Dios.

 

Vemos cómo Jesús actúa como un hombre prudente. El sabe cuándo le llegará la hora de dejarlos actuar en su contra. Pero, mientras, prefiere retirarse para no provocarlos y adelantar los acontecimientos.

 

Eso no significó que se escondiese. Nadie le iba a impedir hacer el bien, por lo que, como nos dice el evangelista, a aquellos que lo siguieron y estaban enfermos, los curó. Mateo recalca “a todos”.

 

Como era su costumbre, Jesús insiste que no propaguen la noticia de los milagros que hacía, evitando a toda costa que se armara un tumulto, y los romanos pudieran acusar al pueblo de sublevación y tomaran medidas que perjudicaran a los inocentes.

 

El siempre fue cuidadoso tratando de que no lo confundieran con los que buscaban la liberación de Israel por medios violentos. El había venido a algo mucho más trascendental e importante. Su liberación no sería sólo para un pueblo, sino para toda la humanidad.

 

Quería, eso sí, que se cumpliera en El lo anunciado por los profetas. Así alude a un oráculo de Isaías que decía: "He aquí mi Siervo, a quien elegí, mi Amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre él, y anunciará el juicio a las naciones. No disputará ni gritará, ni oirá nadie en las plazas su voz. La caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante, hasta que lleve a la victoria el juicio: en su nombre pondrán las naciones su esperanza" (42,1-4).

 

La cita de Mateo no es exacta, quizás porque es la combinación de dos traducciones diferentes. Pero en el fondo dice lo mismo. En estos versículos el profeta describe la dulzura, bondad y mansedumbre del Mesías, que no ha venido a pelear, ni a vociferar, sino a abrir la esperanza para todos los pueblos y naciones.