COMENTARIOS
AL EVANGELIO DE SAN MATEO
CAPÍTULO
DÉCIMO SEGUNDO: 13
Pare
Arnaldo Bazán
“Porque
de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres
noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días
y tres noches. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y
la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí
hay algo más que Jonás”(12,40-41).
La historia de Jonás
aparece en un libro del Antiguo Testamento con el nombre de este profeta. El,
temeroso de la misión que el Señor le había confiado de predicar a los
habitantes de la ciudad de Nínive, que era una ciudad pagana, trata de escapar
embarcándose en una nave que se dirigía a un lugar diferente.
Pero Dios le sale al
paso de un modo sorprendente, permitiendo que el barco en que se aleja de su
compromiso esté a punto de naufragar, por lo que los marineros, sospechando que
alguno de los que están a bordo es el culpable de la súbita tormenta que
padecen, echan a suerte para decidir sobre eso, señalando a Jonás.
Este se ofrece a ser
echado al mar, para que la tormenta se calme, consciente de que el Señor le
está reclamando por su desobediencia. Ya después aparece un gran pez que, por
voluntad de Dios, se traga a Jonás, en cuyo vientre permanecerá por tres días y
noches, hasta que es depositado en una playa.
Luego Jonás irá a Nínive
y allí predicará, y todos, desde el rey hasta el más humilde de los habitantes,
harán penitencia y se arrepentirán de sus pecados, por lo que reciben el perdón
de Dios.
A esta historia se
refiere Jesús doblemente, pues hace ver, primero, que El estará también en el
seno de la tierra por tres días y noches, contándolas al estilo judío.
Luego hará referencia a
la conversión de los ninivitas por la predicación de Jonás, que era un simple
profeta, echándole en cara a los judíos de que están
en presencia de Alguien más grande que Jonás, y sin embargo se resisten a creer
y cambiar sus vidas.
Poco a poco los judíos
se habían ido materializando, dedicando a Dios un culto externo, pero vacío de
verdadero amor.
En cierta forma les
estaba recordando también lo que ya, siglos antes, había dicho Isaías al pueblo
de Israel en nombre del Señor: “Por cuanto ese pueblo se me ha allegado con su boca, y me han honrado con sus labios,
mientras que su corazón está lejos de mí” (Isaías 29,13).
¿Qué nos diría el Señor
a nosotros, los que hoy nos llamamos cristianos, que hemos recibido todas las
oportunidades para conocerlo y amarlo? ¿No mereceríamos los mismos reproches
que El dirigió a los judíos?