Censuras contra personas en
Internet
P. Fernando Pascual
8-5-2021
La censura busca controlar la
difusión de contenidos considerados dañinos por diversos motivos. Algunos,
porque van contra el derecho a la buena fama de una o de varias personas. Otros,
porque difunden ideas falsas que generan reacciones peligrosas en la población.
Otros, porque hay que impedir ciertas actividades ilegales.
En Internet también existe
censura, que suele aplicarse con diversas modalidades. Una consiste en analizar
palabras claves que permiten sospechar que el contenido de una página sería
dañino o ilegal.
En ocasiones, la censura no se
fija en contenidos, sino que va directamente contra las personas que publican
cualquier cosa. Esta censura declara a alguien como “peligroso”, y
automáticamente avisa o censura todo lo que esa persona pueda poner en la Red.
En ocasiones, las censuras
contra las personas incurren en errores y en paradojas que vale la pena evitar.
Si un “tuitero”, por ejemplo, ha puesto algunos tuits violentos, es lógico que
merezca ser observado, sancionado y, si llega el caso, expulsado.
Pero si otro tuitero pone
contenidos variados (buenos y malos), a veces se llega al ridículo de señalar
como peligroso todo lo que ponga, incluso si habla de cocina, o si copia una
noticia publicada por un periódico de fama internacional.
Salta a la vista que la
censura bien llevada tiene que fijarse en los contenidos, y no actuar de modo
indiscriminado contra todo lo que una persona ponga porque en el pasado tuvo
algún comportamiento declarado como negativo.
La tentación de borrar lo que
uno diga sin leerlo es grande, y caracteriza una mentalidad que está presente
en no pocas dictaduras. Según esa mentalidad, las censuras, los castigos,
incluso las persecuciones, no se basan en lo que uno haga, sino en lo que uno “sea”.
En cambio, la verdadera
justicia se construye sobre un fundamento que merece siempre ser respetado: se
interviene sobre acciones y delitos comprobables.
Por eso, no puede haber
justicia cuando se actúa contra una persona simplemente por ser de una clase
social, o de un partido, o de un modo de ser que en el pasado haya causado
problemas.
Quienes buscan que Internet no
se convierta en un espacio para difundir el odio, ni para promover la
violencia, ni para manipular a la gente con mentiras dañinas, tienen que
implementar modos de intervención basados en hechos concretos, no en algoritmos
que automáticamente quitan o tapan lo que uno diga, sin mirar lo que realmente
dice.
Evitaremos, así, casos curiosos
como acusar a un usuario de poner “contenido violento” cuando en realidad acaba
de poner un texto para pedir disculpas por mensajes agresivos del pasado.
Está bien la censura de lo
dañino, pero siempre que sea una censura inteligente y que no actúe como
apisonadora contra todo lo que puedan decir personas que, en muchas ocasiones,
nos ofrecen ideas y mensajes que vale la pena escuchar en un mundo sanamente
pluralista.