Quitarse la espina de palabras hirientes

P. Fernando Pascual

29-5-2021

 

Aquel comentario nos llegó hasta el fondo del alma. Dejó abierta una herida. Estaba allí como una espina dolorosa.

 

Hay palabras hirientes que nos humillan. Tal vez eran sobre nuestra apariencia física, sobre nuestro carácter, sobre algún error del pasado, sobre ideas que tenemos y que el otro no comparte.

 

Es cierto que ciertos comentarios sobre nuestros defectos, supuestos o reales, no nos causan graves daños: los escuchamos con calma, sabemos distinguir entre su utilidad o su carencia de valor.

 

Pero otros comentarios, sobre todo si vienen de personas que nos resultan importantes y significativas, dejan una espina más dolorosa, como si hubieran sido pronunciados a propósito para destruirnos.

 

Frente a esas espinas, conviene no dejarse amargar, ni caer en desánimos estériles. Es verdad que duelen. Pero no tiene sentido aumentar el dolor sin afrontar la situación serenamente.

 

Por eso, cuando digan que somos débiles, o que no tenemos carácter, o que pensamos de modo trasnochado, o que faltamos muchas veces a nuestra palabra, o que somos perezosos, o que tenemos mal espíritu, necesitamos mirar la espina y ver si puede convertirse en un motivo para mejorar.

 

Si el comentario es falso, ¿para qué sufrir ante una crítica absurda, tal vez originada por un malentendido o, tristemente, desde una envidia más o menos manifiesta?

 

Si el comentario tiene algo de verdad, en vez de hundirnos o dejar que la espina nos infecte, hay que tomar unas “pinzas” de objetividad para retirarla, para limpiar la herida, y poner remedio ante un defecto que tal vez está muy arraigado.

 

Conservan siempre su frescura aquellas palabras de Tomás de Kempis: “No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Lo que eres, eso eres; y por más que te estimen los hombres, no puedes ser, ante Dios, más grande de lo que eres” (Imitación de Cristo, libro II, capítulo 6).

 

Eso es lo único importante: ¿cómo me ve Dios? ¿Qué diría a mi corazón? Sé que es un Padre justo y misericordioso, lleno de Amor por cada uno de sus hijos. Precisamente por eso, me ayudará a extraer espinas provocadas por palabras hirientes.

 

Me pongo en la presencia del Señor para que sea Él quien cure las heridas de mi alma, quien me ayude a no dejarse abatir ante ciertos comentarios hirientes, y quien me guíe hacia la verdadera perfección, que consiste en amar, incluso hasta perdonar a quienes puedan hacernos el mal de palabra o de obra.