Dios se acerca cada día
P. Fernando Pascual
17-7-2021
En ocasiones nos resulta
misterioso el modo de actuar de Dios. Sobre todo, no llegamos a comprender su
silencio, su aparente ausencia, frente a nuestras oraciones que, según
nosotros, no habrían sido escuchadas.
Sin embargo, a pesar de ese
extraño silencio, Dios actúa de muchas maneras. Incluso podemos decir que cada
día nos acercamos a Él porque Él está a nuestro lado.
Un escritor anónimo, quizá un
monje italiano del siglo XVII, escribía lo siguiente:
“A nosotros puede ser que nos
parezca que Él (Dios) tarda, y nuestra fe muchas veces se debilita, como ocurre
con las vírgenes necias (cf. Mt 25,3); pero Él es fiel a sus promesas”.
Frente a ese misterioso “retraso”
de Dios, necesitamos despertar en nosotros la certeza de su fidelidad y de su
cercanía. Así lo leemos en las líneas que siguen al texto antes citado:
“Y este venir de Dios ocurre
en el tiempo: la respuesta de Dios a la oración del hombre se produce en el
correr del tiempo. En efecto, Él, con el pasar del tiempo (que, en el
sufrimiento, para nosotros parece lentísimo), se acerca a la creatura, y
cuando, en la muerte, el encuentro ocurrirá finalmente en su plenitud, Él la
recreará y la introducirá en el lugar donde todo es nuevo, donde cada lágrima
es enjugada y donde todo deseo encuentra paz en la visión”.
La conclusión ante esta
certeza no puede ser más consoladora. Así lo dice este monje anónimo: “De modo
que el pasar de los días es Dios que se acerca; el madurar de las edades
coincide con el acercarse de Dios”.
Sí: Dios se acerca cada día.
En medio de las luchas y las dificultades, cuando los sufrimientos y las
lágrimas nos asedian, tenemos una certeza que nadie nos puede quitar: “Y he
aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt
28,20).
(Los textos del monje anónimo
del siglo XVII están tomados de este libro: Maestro di San Bartolo, Abbi a cuore il Signore, Edizioni San Paolo, Milano 2020, p. 253).