Decir lo que pensamos

P. Fernando Pascual

23-7-2021

 

Decir lo que pensamos resulta, en ocasiones, muy difícil. En otras ocasiones, lo hacemos de un modo natural, como un flujo que corre serenamente desde nosotros hacia quienes nos escuchan.

 

Que resulte difícil o fácil depende del argumento, o del interlocutor, o del estado de ánimo en el que nos encontramos.

 

Si el tema resulta sencillo, o lo conocemos a fondo, podemos expresarnos con franqueza ante cualquiera: decimos lo que pensamos sin dificultad.

 

Así, las palabras de un apicultor, cuando se siente interrogado sobre abejas, fluyen casi naturales, porque está seguro de lo que dice.

 

En cambio, si el argumento es complejo, o implica alguna herida personal, o resulta discutido, no parece tan fácil decir lo que pensamos.

 

Basta como ejemplo el tema de lo que sea, realmente, un matrimonio. Muchos ya ni se atreven a decirlo con franqueza.

 

Los interlocutores también influyen a la hora de expresar lo que llevamos dentro. Si estamos ante alguien que nos fiscaliza continuamente, que en el pasado nos ha reprochado aspectos de nuestro modo de pensar o de ser, no resultará nada fácil ser sinceros en su presencia.

 

En cambio, si el interlocutor es benigno, si nos conocemos con una intimidad de amigos, entonces podremos expresar lo que pensamos en temas en los que no estamos de acuerdo para intercambiar los respectivos puntos de vista.

 

Nuestro estado de ánimo también influye a la hora de abrir el corazón o de cerrarlo bajo siete llaves en un hermetismo cauteloso. Quien se ha visto traicionado al manifestar un defecto personal a otros, que luego se han convertido en difamadores dañinos, no tendrá muchas ganas de volver a abrir su corazón a otros.

 

Decir lo que pensamos resulta, en resumen, difícil y fácil, complejo y sencillo. Muchas veces habrá que morderse la lengua para no dar a entender que no nos gusta esa conversación o que estamos a favor de ese político al que muchos desprecian.

 

Pero ante ciertas personas, especialmente ante quienes tienen corazones grandes y capacidad de empatía, resultará mucho más fácil compartir ideas y experiencias.

 

Lo cual, en el largo camino de la experiencia humana, resulta sumamente grato, porque permite no solo desahogarse o ser sinceros, sino también abrirse a los consejos y las ideas de quienes acogen y escuchan con respeto y afecto.