Las consecuencias de lo que
decidimos
P. Fernando Pascual
4-9-2021
Decido empezar una dieta, o
salir a pasear al parque, o visitar a un amigo en el hospital, o participar en
un chat de Internet.
La dieta mejora mi salud, pero
lleva a cierta descompensación en la sangre. En el parque consigo aplacar mis
tensiones, pero se me pasa el tiempo y al final no termino un trabajo urgente.
Tras salir del hospital siento un sospechoso dolor en la garganta que me
inquieta.
Las decisiones que tomamos tienen
sus consecuencias. Algunas nos parecen buenas, porque pensamos que los
resultados de aquella actividad serán útiles y buenos. Otras las juzgamos como
malas: la visita al hospital ha provocado un contagio que, incluso, no solo me
afecta a mí, sino a otros familiares.
Reconocer que nuestras
decisiones tienen consecuencias nos obliga a una mayor atención antes de
emprender nuevas acciones. Ciertamente, no todas las consecuencias son
previsibles, pero algunas sí pudieron haberse tenido en cuenta, o porque se
trataría de resultados buenos, o porque serían dañinos para uno mismo o para
otros.
Asumir la responsabilidad de
las consecuencias de lo que decidimos no implica llegar a una angustia continua
o, peor, a una especie de parálisis: la vida en cada momento nos obliga a
decidir. Incluso quien opta por quedarse en casa para no contraer virus
peligrosos puede dañar su salud por falta de actividades al aire libre.
Un sano realismo nos lleva a
afrontar cada día con una atención serena a lo que pueda ser bueno y a lo que
pueda dañar, para promover lo primero y para alejar, en la medida de lo
posible, lo segundo.
Muchas veces tendremos que
constatar que no existen decisiones “químicamente puras”, que tengan solo
consecuencias positivas: hasta el simple gesto de saludar a un familiar puede
mejorar nuestras relaciones, pero también provocar nuevas tensiones entre
miembros de la familia que conservan ciertos rencores en sus almas.
Frente a las decisiones que se
presenten ante mí este nuevo día, buscaré, con la ayuda de Dios, escoger
aquellas que permitan apartar o eliminar posibles consecuencias negativas, y
promover las que tengan consecuencias positivas, que alivien sufrimientos y que
difundan alegrías en un mundo hambriento de esperanza.