Hacia dónde vamos
P. Fernando Pascual
4-9-2021
Muchas veces miramos hacia el
futuro y nos preguntamos hacia dónde vamos. Buscamos respuestas en buenos
libros o en la prensa, en conferencias o entre amigos, incluso en un momento de
oración, ante Dios que conoce todos los caminos de la historia humana.
Cuando formulamos esa pregunta
intentamos comprender mejor el futuro respecto de la economía, del trabajo, de
la técnica, de las relaciones sociales, de la política, de la salud, de la vida
familiar.
Luego, escuchamos muchas
respuestas. Hay quienes dicen que vamos hacia nuevos escenarios, donde habrá un
fuerte dominio de la técnica, entendida sobre todo bajo esa noción tan famosa
de “inteligencia artificial”.
Otros dicen que el mundo
avanza hacia una especie de superestado, que casi llevará a la desaparición de
los gobiernos nacionales para vivir sometidos a tecnócratas que trabajan en las
Naciones Unidas o en otros organismos internacionales.
Otros, al contrario, creen que
las tensiones actuales llevarán a una destrucción del poder del Estado como
ahora lo entendemos y a la creación de estructuras más pequeñas que buscarán
una casi imposible autonomía.
Otros suponen que vamos hacia
recesiones económicas, unas debidas a nuevas epidemias que surjan ante nosotros,
otras por especulaciones en el mundo de los bancos y las financias.
La lista de teorías y análisis
es mucho más larga. Lo común, entre muchos de los quienes miran hacia el futuro
y buscan describirlo, consiste en dar pistas para orientarnos en el presente y
encontrar maneras para adaptarnos a lo que está por venir, o para tomar
decisiones capaces de evitar daños futuros.
A pesar de tantas previsiones,
análisis, estudios, siempre queda una amplia zona de incerteza en ese futuro
que avanza con cada uno de los hechos que ocurren en nuestro planeta.
Esos hechos, en ocasiones,
escapan a las mejores previsiones humanas: es casi imposible prevenir ciertos
terremotos que pueden provocar daños incontables, o la aparición de un nuevo
virus que resulte catastrófico.
En otras ocasiones, esos
hechos pueden ser previstos. Entonces habrá que analizarlos seriamente, para
corregir lo que pueda llevar a un aumento de males en el futuro, y para
promover aquello que alivie y mejore, en la medida de lo posible, la condición
humana de quienes vivimos en un mismo planeta y caminamos hacia un mismo
destino: el encuentro definitivo y eterno con Dios.