El reto de ser profeta
P. Fernando Pascual
11-9-2021
Nunca ha sido fácil la
vocación profética. Implica ir contra corriente, denunciar males extendidos,
proponer verdades difíciles, avanzar en contra de lo que muchos llaman la “opinión
pública” o la “marcha de la historia”.
Basta con leer la biografía de
algunos profetas del Antiguo Testamento para constatar la difícil lucha de
quien anuncia algo que se opone a los poderosos o a las ideas dominantes.
Cristo mismo aceptó el reto de
ser profeta (y era más que profeta) al anunciar el Reino, al denunciar la hipocresía,
al invitar al desprendimiento de los bienes materiales, al proclamar una
misericordia que rompía todos los esquemas de su tiempo.
Las enormes dificultades de
ser profeta se originan al confrontarse
con la mentalidad dominante. Basta con mirar un poco a nuestro mundo para
darnos cuenta.
Hoy tienen fuerza modos
distorsionados de entender la libertad, el disfrute de los bienes materiales,
el sexo, las opciones profundas que determinan la propia existencia y la de
otros.
Además, hoy se palpa miedo, incluso
pánico, al sufrimiento, a la enfermedad, a la muerte, hasta el punto de que
millones de personas son capaces de renunciar a la propia libertad con tal de
asegurarse al menos una apariencia de salud y de inmunidad ante los virus, el
cáncer y los mil peligros de cada día.
El profeta denuncia las falsas
seguridades, los apegos al dinero y a las posesiones, la obsesión enfermiza por
la técnica (especialmente en el mundo de la informática), el deseo patológico
de vivir autosatisfechos y sin riesgos.
Al mismo tiempo, el profeta
pone ante nuestros ojos un mundo diferente, donde el perdón, la renuncia, la
entrega, el sacrificio, son ingredientes que permiten una vida seguramente no
agradable, pero sí orientada hacia el amor.
Porque el amor implica ese morir
para dar una vida que el mundo ni comprende ni desea, cuando, en realidad, toda
existencia humana tiene sentido solamente si aceptamos el camino que Cristo
siguió: morir para tener vida.
Hoy, como en el pasado, es
todo un reto ser profeta. Por eso cada profeta necesita vivir muy cerca de
Dios, para recibir luz, fuerza y esperanza. Entonces su vida testimoniará las
realidades del espíritu, y su palabra penetrará en muchos corazones que así
empezarán un camino de conversión que lleva a la patria verdadera.