La fuerza de los intereses
P. Fernando Pascual
9-10-2021
La palabra interés puede tener
diversos significados, pero hay uno que tiene un valor muy relevante: la
aspiración a un resultado que se considere como positivo, ganancia, triunfo,
mejora.
Se podría decir que todo lo
que hacemos, al levantarnos, al preparar el desayuno, al leer una página de
noticias, al hacer una llamada telefónica, tiene un objetivo, está marcado por
algún interés.
Ello vale también a nivel de
lo que proponen y deciden empresarios, banqueros, gobernantes, periodistas,
profesores, y una larga lista de personas que tienen un mayor influjo en las
sociedades.
Por interés se escribe un
libro, se publica una noticia, se toma una decisión en el parlamento, se inicia
una guerra, se hace un tratado de paz, se abre una empresa, se cierra un bar.
Los intereses surgen desde los
deseos, y están orientados hacia aquello que se presenta como bueno, como
válido y enriquecedor para la propia vida o para la vida de una familia, de un
grupo, de un país, de la humanidad en su conjunto.
Sabemos, sin embargo, que hay
intereses mejores e intereses peores; que algunos deseos pueden ser buenos y
otros malos; que incluso lo que parece bueno al final desemboca en un daño para
uno mismo o para otros.
Por eso es tan importante
reflexionar a fondo sobre cuáles son los intereses que nos mueven a actuar, a
hacer o dejar de hacer un trabajo, a reencontrarnos con unos amigos o a
cancelar una cita que pensamos puede perjudicarnos.
Luego, hay que purificar nuestro
corazón, que puede estar herido por egoísmos o ambiciones que causan tantos
sufrimientos, y que explican situaciones tan dramáticas como las de guerras y
violencias destructivas.
En el esfuerzo por
purificarnos, necesitamos la ayuda de Dios y el consejo de personas buenas. De
este modo, arrancaremos tendencias y gustos que surgen desde intereses
malignos; y promoveremos intereses buenos, que abren horizontes de bien y de
justicia que tanto necesitan los individuos y las sociedades.