Cristo y la historia
P. Fernando Pascual
23-12-2021
Un historiador puede explicar
de diferentes maneras los procesos que caracterizan el devenir humano.
Puede fijarse en elementos
naturales, pues hay catástrofes y epidemias que han debilitado o destruido
civilizaciones.
Puede fijarse en aspectos
económicos, pues el dinero mueve intereses y arma ejércitos, ofrece préstamos y
arruina gobiernos.
Puede fijarse en aspectos
demográficos, pues una baja natalidad ha debilitado a más de un pueblo hasta someterlo
al arbitrio de los pueblos vecinos.
Puede fijarse en héroes y
villanos, en acciones concretas de hombres y mujeres que han provocado
situaciones inimaginables y con resultados sorprendentes.
Puede fijarse en los aspectos
de la vida social de la “gente común”, de esos trabajadores que no parecen
destacar pero que sostienen día a día la vida de los pueblos.
Para un historiador que,
además, cree en Cristo, la mirada va más lejos de los acontecimientos
constatables a lo largo del tiempo para fijarse en una meta eterna.
Porque el historiador
cristiano, si lo es realmente, no puede dejar a un lado su convicción de que la
Muerte y Resurrección de Cristo han cambiado la historia y han otorgado a todo
lo humano una meta definitiva.
Desde luego, en cuanto
historiador, controlará documentos, analizará fuentes, seleccionará
testimonios, elaborará hipótesis.
Pero en cuanto cristiano sabe
que Dios existe, que ha entrado en el mundo con la Encarnación del Hijo, y que
hay un destino al que todos somos invitados: el Reino eterno.
Desde la propia fe, el
historiador cristiano puede destacar un hilo conductor de todos los
acontecimientos, incluso de los más difíciles de explicar: la posibilidad de un
progreso continuo de cada hombre y de todos los pueblos, hasta el momento en el
que Cristo lo sea todo en todos y se llegue a la plenitud en Dios (cf. Col
3,11; Ef 3,19).
(Estas reflexiones surgen tras
la lectura del siguiente ensayo, sobre todo de la parte final: Luis Suárez
Fernández, Grandes interpretaciones de la historia, publicado
originalmente en 1968, y que ha tenido diversas reediciones).