Por encima de las banderas
P. Fernando Pascual
17-12-2021
Un fenómeno que se ha repetido
a lo largo de la historia humana, y que sigue presente en nuestro tiempo,
consiste en el enaltecimiento generalizado de quienes estuvieron bajo una
bandera declarada como buena, y en la condena colectiva de quienes estuvieron
bajo otra bandera declarada como mala.
Así, al emitir un juicio ético
sobre esta o aquella guerra, los que lucharon bajo una bandera declarada justa
quedan cubiertos de una aureola que los exalta como héroes, paladines de la
libertad, defensores de lo correcto.
En cambio, quienes lucharon
contra esa bandera por haber defendido la causa opuesta, reciben un estigma de
desprecio: son los villanos, que lucharon a favor del mal y que no merecen
homenajes ni reconocimientos.
Con un poco de sentido común,
y con una buena dosis de amor a la verdad, es fácil reconocer que ha habido, y
hay, quienes militan por una causa declarada como buena y que se han comportado
como auténticos delincuentes, criminales, egoístas, codiciosos.
Al revés, y con sorpresa para
muchos, ha habido, y hay, quienes militan por una causa declarada como mala que
se han comportado como caballeros, como honestos, como personas capaces de
ayudar y defender a inocentes.
Por encima de las banderas, si
sabemos dejar de lado etiquetas fáciles y anatemas colectivos, podremos
reconocer que hay personas buenas y malas en los dos lados de un frente, sea en
las guerras, sea en los debates políticos y sociales donde compiten ideas diferentes.
Reconocer este fenómeno no
implica declarar que una bandera mala sea buena, ni que la buena sea mala, ni
que da igual qué bandera (o idea, o proyecto) defiendan unos u otros.
Se trata, más bien, de
reconocer que hay personas de buena voluntad que por motivos diversos luchan
por una causa equivocada, sin perder por ello la integridad moral que les
caracteriza y que conservan y aplican entre trincheras o en los debates de un
parlamento.
Como también hay personas de
mala voluntad que se excusan con la idea de que defienden una causa justa para
luego calumniar, perseguir, incluso asesinar, a seres humanos inocentes.
En un mundo donde abundan las
idealizaciones históricas, los tópicos baratos, los engaños colectivos, hace
falta promover estudios serios y análisis bien elaborados, para evitar
narraciones que falsean el pasado, y para reconocer lo bueno o lo malo que haya
caracterizado a cada ser humano, independientemente de la bandera o del partido
al que haya servido en algún momento concreto de su vida.