Curar la ceguera de la
soberbia
P. Fernando Pascual
22-1-2022
La soberbia puede llevar a la
insensibilidad, al desprecio del otro, a la creencia de ser superior respecto
de los equivocados, los viciosos, los incultos, los anclados en un pasado visto
como algo sin sentido.
La soberbia ciega, sobre todo
cuando uno tiene una gran inteligencia y una personalidad fuerte, que le llevan
a sentirse cualificado para juzgarlo todo con un criterio válido: el suyo.
Una vez herido por la ceguera,
el soberbio no percibe ni el daño que producen sus palabras, ni la pena de
quien ha sido despreciado, ni la posibilidad de que otros puntos de vista
puedan tener también su parte de razón.
No resulta fácil curar la
ceguera de la soberbia, precisamente porque quien se autodeclara
bueno, inteligente, justo, “superior”, no percibe ninguna necesidad de
convertirse, de replantearse la propia vida, porque ya la ve como “perfecta”.
Ese es el gran daño de la
soberbia: hacer que uno llegue a considerarse infalible, poseedor de cualidades
que otros deben reconocer para seguir sin resistencia lo que el soberbio afirme
y defienda.
A pesar de lo difícil que
parece curar a quien ha llegado a ese estado, existen ocasiones que abren un
rayo de curación. Quizá un golpe en la vida, una enfermedad imprevista, una
palabra sincera y franca de un familiar o un amigo, se convierten en ocasiones
para desmontar mentiras y para abrirse a la gran virtud de la humildad.
Por desgracia, más de alguno,
enfermo gravemente de soberbia, reaccionará de malas maneras ante lo que habría
sido una ocasión para iniciar una terapia liberadora.
Pero con la ayuda de Dios, y
desde ese inmenso tesoro de la libertad que todos tenemos como don, habrá
soberbios que interrumpan su sueño de mentiras y se abran al horizonte de la
ternura y de la compasión.
Entonces empezarán un camino
de conversión que les ayudará a acoger el perdón de Cristo, y les permitirá
sentir la alegría de estar junto a hermanos frágiles que también son amados por
el Padre de los cielos.