Democracia y violencia
callejera
P. Fernando Pascual
12-2-2022
Se trata de un fenómeno
frecuente: ante ciertas medidas de gobiernos considerados de derechas, surgen
acciones violentas por parte de cientos o miles de manifestantes.
Al mismo tiempo, ante medidas
similares adoptadas por gobiernos de izquierdas, las protestas no llegan a la
calle o, al menos, no implican acciones violentas.
Los electores, que conocen
este tipo de fenómenos, saben que si votan a las
derechas y ganan, seguramente habrá más violencia callejera. Si votan a las
izquierdas, al menos se evitarán acciones dañinas contra coches, tiendas,
bancos y personas.
Cuando ocurre esto, se
constata un grave daño a los sistemas así llamados democráticos. Porque miles
de personas prefieren elegir a alguien de izquierdas para vivir en paz, y no
votan a alguien de derechas que “provocaría” acciones violentas de
manifestantes, a veces muy bien organizados.
La democracia auténtica es la
que permite a las personas elegir a aquellos candidatos que consideran afines a
sus propias ideas e intereses, y que puedan promover el bien común.
Si ello queda amenazado por
culpa de grupos violentos que dañan la convivencia, que destruyen bienes
fundamentales, que incluso provocan muertes, estamos ante situaciones que, bajo
la apariencia democrática, se han convertido en dictaduras tácitas.
La violencia callejera no
puede nunca convertirse en el criterio decisivo para votar por un candidato o
partido, ni para no votar por otro candidato o partido.
El criterio decisivo, vale la
pena repetirlo y recordarlo siempre, es la búsqueda del bien común, de la
justicia, de la convivencia sana, de la auténtica representatividad de lo que
quiere la gente.
Solo cuando ese sea el
criterio de cada persona con derecho a voto, quedarán a un lado miedo y
presiones que nada tienen que ver con la libertad. Entonces, los resultados
electorales expresarán plenamente el deseo de los votantes, que es uno de los
objetivos de toda auténtica democracia.