Quiénes hacen funcionar las
cosas
P. Fernando Pascual
3-12-2021
El tren llega al horario
previsto. Las puertas se abren. Hay una limpieza aceptable en los asientos.
Todo parece funcionar según lo previsto.
Ciertamente, hay muchas cosas
que no funcionan: retrasos, desperfectos, desórdenes, suciedad.
Pero cuando constatamos que
las cosas funcionan, podemos darnos cuenta de que ello es posible gracias a
personas concretas.
Porque la programación de los
horarios, el mantenimiento de las vías, el flujo de corriente eléctrica, la
eficiencia de los mecanismos para abrir y cerrar puertas, son obra y resultado
de hombres y mujeres con nombres y apellidos.
Tanto en el mundo sencillo de
la vida rural como en lo complejo de las ciudades cosmopolitas, las cosas
funcionan cuando cada uno adquiere competencia respecto de un asunto concreto y
la lleva adelante con profesionalidad.
Lo anterior se aplica
perfectamente a uno mismo: de mí depende que en casa la nevera esté limpia, que
en el trabajo los papeles conserven un orden aceptable, que lleguen a tiempo
los paquetes a sus destinatarios.
Cada ser humano desarrolla su
propia vida desde los beneficios que recibe por miles de cosas que funcionan en
la casa, en la calle, en los campos, en las fábricas y en las oficinas.
Al mismo tiempo, cada ser
humano está llamado a colaborar, con su pequeña o gran contribución, para que
la familia, el barrio, la ciudad, el Estado, incluso el planeta, puedan seguir
adelante de la mejor manera posible.
No siempre las cosas saldrán a
la perfección: errores e imprevistos asoman continuamente en el camino. Incluso
constatamos, con pena, que hay acciones malignas debidas a egoístas sin
escrúpulos.
Pero por encima de los
sobresaltos que ocasionaron el retraso de un tren o el frío que sentimos porque
un vándalo rompió la ventana de un vagón, constatamos con satisfacción y
provecho tantas miles y miles de cosas que funcionan gracias a quienes cumplen
con destreza aquellas tareas con las que sirven diariamente a los demás.