Cristo Salvador
P. Fernando Pascual
25-3-2022
Cristo aparece en el mundo
como un enviado, un mensajero, un anunciador, un profeta. Sabemos que es mucho
más que eso: es el Mesías, el Salvador, Hijo del Padre e Hijo de la Virgen
María.
El Evangelio nos lo presenta
humilde, asequible, cercano. Los pecadores podían estar a su lado. Las
prostitutas y los publicanos se sentían acogidos. Los niños percibían su bondad
auténtica.
Miles de hombres y mujeres lo
vieron, lo escucharon, lo tocaron. Algunos recibieron milagros: curaciones de
ciegos, de sordos, de cojos, de paralíticos, de moribundos. Incluso resucitó
muertos.
Miles de hombres y mujeres
recibieron algo más grande que el milagro físico: la curación de las almas, el
perdón de los pecados, el inicio de una vida nueva gracias a aquel que venía a
traer el Amor del Padre.
Lo que percibieron sus
contemporáneos llega a las generaciones que se suceden, también hasta nuestros
días, gracias a la Iglesia, cuando vive del Evangelio y de la Eucaristía,
cuando se mantiene fiel al Maestro.
Cada ser humano, esté donde
esté, tenga las penas que tenga, puede descubrirlo como el Amigo sincero, como
el Profeta esperado, como el Mesías prometido, como el Salvador del mundo y de
la historia.
De modo personal, cada uno
podemos experimentar cuánto nos ama y cómo nos ofrece un regalo que supera
todas nuestras aspiraciones: la misericordia que perdona los pecados, la
comunicación de una vida superior que nos hace hijos del Padre y hermanos entre
nosotros.
Cristo es el verdadero
Salvador, el que da su sentido pleno a todo lo humano, el que toma de la mano a
cada uno para que pueda escuchar, en lo más íntimo del alma, palabras que
desvelan un amor eterno: “Despierta tú que duermes, y levántate de entre los
muertos, y te iluminará Cristo” (Ef 5,14).