Ante las manipulaciones en la
prensa
P. Fernando Pascual
2-4-2022
Quizá ya para muchos resulta “normal”
que existan periodistas y medios informativos que manipulan la realidad, que
divulgan algunas “noticias” y silencian otras, que difunden errores, o incluso
mentiras, conscientemente.
Lo que debería ser motivo de
sorpresa es que miles de personas siguen leyendo medios informativos
caracterizados por su falsedad. Incluso los leen quienes saben que sus
periodistas manipulan descaradamente los hechos.
Puede darse un motivo sencillo
sobre esto: aunque uno sepa que esta agencia de noticias o página informativa
se caracterizan por sus trampas ideológicas, cree que es bueno conocer qué
dicen en ese periódico.
Porque un periodista que
miente, que oculta ciertos datos mientras difunde otros, que inventa
declaraciones o que lanza calumnias contra políticos o contra personas
influyentes, tiene objetivos concretos y promueve una agenda que resulta
importante conocer.
El periodista manipulador, en
efecto, trabaja con dos posibles motivaciones. La primera: difundir sus propias
ideas y sus proyectos, al mismo tiempo que denigra y ataca a los “adversarios”.
La segunda, que puede darse o
no darse simultáneamente con la primera: miente porque le pagan, y le da igual
defender a los azules o a los rojos con tal de recibir un buen salario y
ascender en su carrera.
Es triste presenciar este tipo
de comportamientos, máxime en quienes, por ética profesional, estarían llamados
a ayudar a la gente a conocer mejor lo que ocurre en el mundo cuando elaboran
buenas investigaciones periodísticas.
Pero el mundo en casi todos
sus diferentes ámbitos ha sido herido por el pecado y las pasiones
desordenadas, y ello vale también para la profesión periodística.
Los que leen, a veces con
desagrado, tantas y tantas manipulaciones, podrían buscar modos concretos para
ayudar a los malos periodistas a convertirse y a orientar sus energías
interiores hacia la búsqueda de la verdad.
No resulta fácil contrarrestar
el mal del periodismo manipulador, ni encontrar los modos concretos para
hacerlo. Hay uno sencillo y asequible, que puede tener una incidencia más o
menos efectiva: boicotear (no leer) aquellos medios que una y otra vez difunden
mentiras y ocultan verdades.
Ese boicot podría estar
acompañado por otras acciones. Una, por empezar a recoger ideas, consistiría en
la denuncia sistemática, por los canales adecuados, de mentiras y
tergiversaciones que algunos medios difunden.
Otra, no siempre fácil de
aplicar (porque por desgracia hay manipulaciones en muchos medios), llevaría a
optar por seguir a periodistas y medios informativos que sean más honestos y
muestren un auténtico espíritu de investigación ante cada “dato” que salta en
las grandes agencias de noticias.
Mientras los malos periodistas
sientan que muchos les leen y que pocos les recriminan sus mentiras, habrá
miles de personas que cada día alimentarán su mente con distorsiones y
manipulaciones.
Pero si cada día hay más
personas que dejan de leer manipulaciones en la prensa y promueven el buen
periodismo, será posible construir modos concretos para acceder a la verdad y
así alcanzar un mejor conocimiento del complejo mundo en el que nos ha tocado
vivir.